El relativismo calderoniano, por J.C.Deus

_94D0730Qué actualidad la de Pedro Calderón de la Barca, quien estrenara ‘En la vida todo es verdad y todo mentira’ allá por 1650. Escribió al menos 120 comedias y 80 autos sacramentales; conocemos como mucho una docena. Esta obra misma apenas se ha repuesto en dos siglos. Y sin embargo, Calderón está a la atura de Shakespeare, menos comercial, más profundo. La Compañía Nacional de Teatro Clásico sirve un buen montaje de esta obra inclasificable que podría tacharse de ‘ensayo de aventuras’: la razón de Estado no es superior a la conciencia propia; más vale indultar a un culpable que culpar a un inocente; no hay que fiarse de las apariencias. Un texto prodigioso, juiciosas e imperecederas sentencias, un ingenioso guión -y en verso- superior a casi todo lo que producen hoy día las gigantescas industrias del ocio.

Un tirano que ha llegado al trono asesinando a su antecesor, ve cercano el final de su vida y viaja a su lugar de procedencia para localizar y nombrar heredero al hijo que dejó abandonado tres décadas antes, y al mismo matar por si acaso al hijo de su antecesor. Los dos jóvenes han sobrevivido hermanados al cuidado de un ermitaño entre riscos salvajes. ¿Quién es su hijo y quién el rival al que debe eliminar? Astolfo, el huraño poseedor de la verdad, se niega a revelarla: ‘Que es uno de ellos diré,/ pero cual es dellos, no’. El tirano Focas recurre a la magia para averiguar la verdad. Morirá como merece y los dos jóvenes, Heraclio y Leónido, su hijo y el hijo de su enemigo, no perpetuarán el enfrentamiento y decidirán la concordia.

Don Pedro Calderón de la Barca vivió ochenta y un años y conoció tres reinados, el de Felipe III, el de Felipe IV y el de Carlos II. Escribió al menos 120 comedias y 80 autos sacramentales. Se ha dicho que con él, el arte teatral de Lope, su vivacidad, su realismo, se hace ciencia, mecanismo de relojería. Tan admirado por la intelectualidad europea, tan desconocido por el público nostrano. Si su obra se representara en colegios y grupos de aficionados como la de Shakespeare en el Reino Unido, tendríamos un teatro clásico a la misma altura y unos actores y directores acrisolados en adecuada masa crítica.

Estamos ante un drama filosófico, en la línea de La vida es sueño, donde la problemática barroca entre apariencia y realidad se encarna en la figura del emperador Focas, incapaz a lo largo de toda la obra de alcanzar una certidumbre que oriente sus acciones. Esa ‘epoké’, esa visceral indecisión le causará un desasosiego agobiante. Recurrirá a las artes del mago Lisipo para desplegar un espejismo, una representación dentro de la representación y así poder vislumbrar la evidencia que aquietará su ánimo. La tesis que se desprende del drama, contraria a la versión pedre4stre de las tesis de Maquiavelo, que recomienda al gobernante que se valga de cualquier medio, lícito o ilícito, para lograr sus objetivos políticos, se decanta hacia las doctrinas probabilistas, defensoras de favorecer al acusado en caso de ausencia de culpabilidad; el principio jurídico ‘in dubio pro reo’. Heraclio, el príncipe legítimo lo enunciará con claridad: “una vida vale más que un reino”.

nada_es_verdad_4Pero la complejísima trama además se desdobla en una doble acción, y los dos jóvenes protagonistas avanzan paralelamente hacia el desenlace a través de un escenario fantasmagórico, en una isla poblada por músicos y cazadores, mediante una trama alegórica construida sobre una obsesiva estructura doble, que es una de las grandes aportaciones de la obra.

La versión que se presenta por la CNTC es muy fiel al original, y eso es primera señal positiva. La dirección es efectiva y se orienta siempre en el camino correcto. Las escenografía se inicia débil, con un simple telón pintado al fondo, pero va ganando variedad y profundidad hasta resultar muy notable en ese palacio soñado con reminiscencias a lo ‘Twin Peaks’, todo ello gracias a lo acertado del vestuario y la caracterización; de la iluminación siempre adecuada; y de una banda sonora en directo de gran mérito y eficacia.

El espectáculo sólo tiene un problema, y tratándose de una obra clásica en verso, es un problema grave. Los personajes cuentan los hechos en largas ristras de versos, de barroca factura y difícil seguimiento. Junto a ingeniosas florituras, hábiles redundancias, disquisiciones perladas de silogismos y circunloquios, literatura en fin del mayor preciosismo pero de innegable vacuidad, se comunican las cuestiones esenciales del drama, los detalles fundamentales, los datos imprescindibles. Y dada la factura general del recitado, a menudo pasan desapercibidos. Hay que dar con la fórmula de resaltar la información prioritaria dentro de los largos recitados, hay que ralentizar, enfatizar algunas partes.

Igualmente, la asesora de verso no ha conseguido en general la pronunciación esmerada que la dificultad del texto exige para ser asimilado, y en particular en algunos personajes la deficiencia les hace a menudo casi ininteligibles. Es el caso, -lamentable, por ser protagonista-, de Focas, el espúreo emperador de Constantinopla. Es el caso aún más llamativo de Libia, a la que apenas se la entiende, un personaje encarnado por la colombiana Karina Garantivá, que si bien en ‘La fiesta de los jueces’ salía airosa de un doble papel de tontuela, ahora se estrella con las obligaciones de un castellano depurado y restallante.

Será Carmen del Valle, como Cintia, la que destaque en la pareja de incomprensibles personajes femeninos con que Calderón terminó de complicar su obra. Iñaki Rikarte y Jorge Machín cumplen bien con sus papeles de hermanos/rivales. Presencia rigurosa de Jesús Barranco como mago laico y medida prestancia de Paco Ochoa y Jorge Basanta como los imprescindibles graciosos de toda comedia del siglo de oro, en este caso los pastores Luquete y Sabañón. Muy bien el conjunto de damas y el grupo de soldados, excelentes las actuaciones musicales y los movimientos coreográficos.

nada_es_verdad_3Ernesto Caballero supera esta inesperada prueba, estrenar una adaptación de un clásico, recién nombrado director del Centro Dramático Nacional. Es ya un veterano de la escena española: le vimos dirigir discretamente ‘La tortuga de Darwin’ de Juan Mayorga, en La Abadía, y muy acertado en ‘La comedia nueva o El café’ de Leandro Fernández de Moratín, para la misma CNTC en 2008. Lo último suyo, que creo que ha sido repuesta, es ‘La fiesta de los jueces’, un entremés vetusto en las formas, ligero en el contenido, facilón en la realización, y comercial por encima de todo. Con Calderón completa el círculo de su versatilidad y con el CDN esperamos que busque la excelencia por todos los medios en reflejar e impulsar el teatro español del siglo pasado y del actual, con esa encomiable óptica ‘lejos de certezas morales o ideológicas, con una mirada irónica sobre los usos y costumbres de nuestra sociedad’ que dice que va a defender.

Vídeoclip de la pieza

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Interés, 7
Versión, 7
Dirección, 7
Interpretación, 7
Escenografía, 7
Producción, 7

COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO
En la vida todo es verdad y todo mentira
de Pedro Calderón de la Barca
Versión y Dirección: Ernesto Caballero

Escenografía: José Luis Raymond
Iluminación: Paco Ariza
Vestuario, utilería y caracterización: Curt Allen Wilmer
Asesor Literario: Fernando Domenech
Asesor de veros y palabra: Rosario Ruíz
Movimientom escénico: Mar Navarro
Lucha escénica: José Luis Massó
Entrenamiento actoral: Lidia Otón

REPARTO

Cintia: Carmen del Valle
Focas: Ramón Barea
Libia: Karina Garantivá
Astolfo: José Luis Esteban
Heraclio: Iñaki Rikarte
Leónido: Jorge Machín
Luquete: Paco Ochoa
Sabañón: Jorge Basanta
Lisipo: Jesús Barranco
Federico: Carles Moreu
Dama 1: Miranda Gas
Dama 2: Sandra Arpa
Dama 3: Diana Bernedo
Dama 4: Marta Aledo
Dama 5: Georgina de Yebra
Soldado 1: Borja Luna
Soldado 2: Paco Déniz

Músicos:
Percusión: Sergey Saprichev
Piano: Javier Coble

Teatro Pavón
Madrid, del 12 de enero – 18 de marzo 2012
Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro : Julio 2012

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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