Una Cenicienta de verdad, por J.C.Deus

cenicienta_10Un musical divertido para todas las edades que mantiene en general un ritmo ágil y no se excede en duración. Esta coproducción de la productora Lazona y la compañía La Ratonera estrenada en el Teatro Fígaro de Madrid, aunque se promociona diciendo que huye de los tópicos de la joven bella que busca príncipe guapo, y proclama que se centra en otros valores como la amistad, el trabajo, el respeto y la tolerancia, no deben asustarse. Lo más importante y lo primero que hay que decir es que sí cuenta la historia eterna de la pobre cenicienta rescatada por el amor de su príncipe azul. No habrá la decepción y el desconcierto que producen algunas «reinterpretaciones» de los cuentos clásicos. Es una Cenicienta de verdad.

Simplemente se ha intentado ampliar el interés de la historia al público adolescente y juvenil. Se ha ambientado el universal cuento de Perrault en las peripecias de un grupo de cómicos ambulantes que reciben el encargo de poner en pie la obra. Así pasa la mítica historia a formar parte de otra más próxima. No hay hada madrina. Su figura es ocupada por una amiga y compañera de Cenicienta, sirvienta como ella, con la que comparte penas. Pero aún siendo una versión modernizada de la clásica, los elementos más importantes están ahí: un maravilloso vestido de fiesta, una carroza hecha de calabaza, e incluso doce campanadas y un zapato perdido. El príncipe es lo más contemporáneo de la obra; un joven que se niega a casarse y que cuando por fin encuentra al amor de su vida asegura: «Si es necesario, renuncio al trono».

cenicienta_13El planteamiento inicial -esa compañía de teatro que recibe el encargo de representar la obra- atrapa eficazmente a los espectadores (se oyó sólo alguna exclamación impaciente de «yo quiero ver a Cenicienta») y pone en marcha una historia doble: por un lado, el cuento que todos conocemos, por otro, los actores que tratan de interpretarlo lo mejor posible con alguna que otra inoportuna interrupción. Intercalar guiños humorísticos funciona: sólo en ocasiones está a punto de romperse ese difícil equilibrio entre la atención de los más pequeños y la diversión de los más mayores.

Además de proponer una manera distinta de contar una historia de siempre, algo ya de por sí estimulante, las licencias que se toma esta nueva versión dan como resultado algún momento especialmente emocionante que no existe en el original: la aparición de Cenicienta al comienzo (la «chica de las almendras», es decir, la que vende chucherías en el teatro, a la que los actores deciden dar el papel protagonista), o el vestido de baile que baja del techo; Éstos y otros elementos novedosos consiguen encajar.

cenicienta_16Y no hay nada que temer, porque la mala es muy cruel, la tonta muy tonta y las fea muy feas, y la pobre y sufrida Cenicienta y su buena amiga triunfan abiertamente al final. El elemento mágico se sustituye por la amistad; idea que se refuerza en el número final, pero que debería quedar algo más definido anteriormente. Cenicienta no es la joven paciente y soñadora de las versiones más tradicionales, ni mucho menos una modosa «princesa Disney»: es una chica inteligente y rebelde, pero resignada y pesimista («Siento que no hay nada mejor; para mí no hay amor», canta), que necesita que su amiga, más desenvuelta, le anime y de la confianza que necesita para dar el paso hacia sus deseos y conseguirlos («Lo más importante es quererlo intentar», canta momentos antes de que aparezca el vestido). Un mensaje positivo, sin duda, aunque resultaba también cómico escuchar decenas de voces infantiles mayoritariamente femeninas gritar al rebufo de los actores: «¡Quiero ir al baile!» con toda la energía de una pataleta infantil. Tampoco hay que preocuparse porque las pobres hermanastras, Antoñita y Clotilde, divertidas y tiernas, producto de una educación lamentable, se queden frustradas: ellas realmente ya no quieren ser princesas, como canta la canción: una sueña con ser carnicera y otra con ser modelo.

Algún episodio intercalado, encaminado probablemente a acentuar la interacción con el público y mantener la doble ficción, despista: las intervenciones del príncipe con un gallo cantarín parecen destinadas a emparentarlo con las estrella del rock, y quizá esa sea también la explicación de los pantalones brillantes y ajustados que hacen de su vestuario el único un poco desconcertante.

cenicienta_22La broma final con la pérdida del zapato empieza muy bien, resulta refrescante, pero se hace larga, sobre todo porque sucede tan tarde y tan cerca del desenlace que impacienta y confunde un poco a los más pequeños.

La música, infantil y sencilla, sufre el inconveniente mejorable de que en ocasiones no se entiende bien la letra. La escenografía, que es modesta aprovechando el juego de la ficción dentro de la ficción, tiene un toque de «amateurismo» que le da mucho encanto, lo acerca al público y trae recuerdos de un desván y de niños jugando a disfrazarse; es un regreso a un mundo sencillo, en el que la imaginación es más importante que la superproducción.

cenicienta_39Y como colofón, lo más importante, claro. Nuestra asistente infantil, de cinco años, salió del teatro con una sonrisa, y tras unos segundos de silencio, su primera reflexión no dejaba lugar a dudas: «Cenicienta era muy guapa». Triunfo completo. Y de remate, nada más llegar a casa, plasmó su más vivo recuerdo de la función en el dibujo que les ofrecemos al final.

TEATRO FÍGARO
La Cenicienta. Algo más que un musical infantil
Dirección: Roberto C.Berrio
Texto y canciones: Gema Martín y Roberto C.Berrio.
Coproducción: Lazona y La Ratonera

REPARTO
Cenicienta: Andrea de Pablos
Príncipe: Alberto Frías,
Criada: Gemma Martín
Madrastra: Teresa Guillamón,
Hermanastra tonta: Yanina Carchak
Hermanastra fea: José Tíscar.

Sábados y domingos desde el 29 de Octubre de 2011 al 22 de enero de 2012, después gira nacional. Sábados a las 12:00h y 16:30h y Domingos a las 12:00h
C/Doctor Cortezo, 5 – Madrid Tel.: 91 360 08 29
Localidades a 14 euros.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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