Danzando con la calavera, por J.C.Deus

Foto_1_Danca_da_morteUn espectáculo inspirado en textos españoles y portugueses de los siglos XV y XVI en torno a las Danzas de la Muerte, un género de moda en el Medioevo dedicado a conjurar lo inevitable, fascinar y asustar al auditorio, y combatir con humor y sátira el miedo al más allá. La Nao d’amores de Ana Zamora se ha unido al Teatro da Cornucopia de Luis Miguel Cintra para presentar ‘Dança da morte / Dança de la muerte’, una fusión ibérica de alto nivel artístico y difícil comprensión. ‘Et lux perpetua luceat eis’.

El propósito de estas danzas macabras era enseñar la verdad acerca de que todos los humanos deben morir y por consiguiente deben prepararse para ello. Su escenario natural normalmente era el cementerio o la parte trasera de la iglesia, aunque a veces puede haber sido la misma iglesia. El espectáculo era abierto por un sermón acerca de la certeza de la muerte a cargo de un monje. Al cierre del sermón provenían delante de las sepulturas, normalmente situada en el cementerio, una serie de figuras cubiertas con la tradicional máscara de calavera, un traje de lino ajustado, pintado con líneas amarillentas para parecer un esqueleto. Uno de ellos se dirige a la víctima, que es invitada a acompañarlo más allá de la tumba. La primera víctima normalmente era el Papa o el Emperador. La invitación no se considera un favor y varias razones se dan para rechazarla, pero éstas se encuentran insuficientes y finalmente la muerte lleva a su víctima lejos. Un segundo mensajero ase la mano de una nueva víctima, un príncipe o un cardenal, que son seguidos por otros representando las varias clases sociales, el número usual era veinticuatro. La obra era seguida por un segundo sermón reforzando la lección de la representación.

Este es más o menos el esquema de la propuesta luso-castellana, en la que destaca el buen hacer del equipo técnico, con una escenografía sencilla y eficaz, una iluminación y un vestuario de altura, y una coreografía y arreglos musicales bien notables.

La Muerte va citando a una serie de personajes representativos de las diferentes clases sociales empezando por el mismo Papa y terminando por un miserable siervo de la gleba pues, insoslayable, a todos alcanza, sea cual fuere su poder, saber, sexo, edad o méritos. Como género literario nace probablemente a raíz de las pandemias que azotaron Europa desde mediados del siglo XIV, aquella peste neumónica o bubónica que se llevaba por delante a todos, fuera cual fuese su rango, su condición y su edad, que se extendió por todo el continente, fundamentalmente por los países con puerto, siendo mares y ríos vía de contagio, muriendo en dos años la tercera parte de la población. En este contexto de psicosis colectiva, la iconografía macabra alza el vuelo con una morbosa complacencia desconocida en la tradición cristiana. La Danza Macabra parece una controlada concesión de la iglesia a la avasalladora necesidad de conjurar a la muerte, una sensibilidad sin prejuicios, franca y auténtica, que sería sepultada por la Contrarreforma: las formas modernas de piedad y de devoción desterraron la ironía y el humor macabro, y tuvieron que someterse finalmente a la interpretación dictada por el clero.

‘A la dança mortal venit los nasçidos
que en el mundo soes de qualquiera estado;
el que non quisiere, a fuerça e amidos
fazer le he venir muy toste priado.
Pues que ya assaz veces vos han predicado
que todos vayaes a fazer penitençia,
el que non quisiere poner diligençia
por mí non puede ser más esperado’.

Hay una «Danza de la Muerte» castellana de principios del siglo XV que se conserva en un manuscrito de la Biblioteca de El Escorial. Consta de más de seiscientos versos y en ella, la Muerte va llamando a bailar a diversos personajes, como el Papa, el Obispo, el Emperador, el Sacristán, el Labrador, etc., al tiempo que les recuerda que los goces mundanos tienen su fin y que todos han de morir. Todos caen en sus brazos (La Danza de la Muerte, Códice de El Escorial, Ed. de Sabas Martín. Miraguano Ediciones, Madrid, 2001. ISBN 84-7813-220-1). De aquí procede una parte del texto del espectáculo, aunque en su mayor parte parece de origen portugués.

FOTO-1 dançaAl ser presentado sin traducción alguna, -olvidando quizás que portugués y español se parecen pero no se entienden fácilmente, la bella función adolece de una grave dificultad de entendimiento que perjudica notablemente el efecto positivo de la propuesta en el espectador medio. Dado además que el castellano antiguo tiene también sus dificultades propias de comprensión, el espectáculo pierde la capacidad de su parte oral y queda reducido a la música, la danza y la escenografía.

Pero a pesar de perderse el texto, el resto no es poco porque ‘Dança da morte / Dança de la muerte’ es un bello espectáculo, repleto de buen gusto, que se contempla con placer y agrado. ‘Rastrear los motivos musicales, las canciones, danzas y ritmos, que pudieron acompañar estas comparsas macabras, que derivaron de ellas, o que tuvieron alguna relación temática, coreográfica o musical, y establecer así una base musicológica sobre la que construir la música y los sonidos de este espectáculo, fue la primera aportación musical a este nuevo proyecto’ comenta Alicia Lázaro. ‘Hemos escuchado cantos populares, ritmos de danzas que aún perviven, bailes de niños difuntos, estudiado relaciones entre matachines, morescas y danzas de bufones, y rastreado en los cancioneros textos castellanos que contienen desde la alusión directa a la muerte, a la cita o la parodia del Oficio de Difuntos’.

Hace una década nació Nao d´amores, colectivo de profesionales procedentes del teatro clásico, los títeres y la música antigua, que bajo la dirección de Ana Zamora, desarrolla una labor de investigación y puesta en escena en torno al teatro medieval y renacentista. Desde 2008 es compañía residente en Segovia. Su ‘Auto de los Reyes Magos’, suponía un viaje a los orígenes del teatro a través del texto teatral más antiguo escrito en castellano, y fue un éxito repuesto, del que escribimos en su momento: ‘Sobre el texto más antiguo del teatro español, escrito en fascinante castellano a principios del siglo XII, la excepcional compañía Nao d´amores, presenta en esta antigua abadía en el centro de Madrid un espectáculo tierno y emocionante, auténtico y evocador, que le recordará su infancia si vivió aquellas navidades de belén y panderetas. Es un viaje a otro tiempo y a uno de los cuentos más bonitos de nuestra cultura. Es una cuidadosa, precisa y sencilla puesta en escena, un lujo discreto de texto y música, de instrumentos y ropajes, un conmovedor paréntesis en busca de una estrella y bajo un fascinante botafumeiro que se mece sobre un escenario medieval desde la alta cúpula’.

También cuando hace dos temporadas el Centro Dramático Nacional encargó a tres directores bien diversos una relectura del ‘Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte’, de Ramón María del Valle-Inclán, Ana Zamora se encargó de ‘Ligazón’, una incursión en otro tipo de teatro diferente a su especialidad, que no nos gustó mucho.

El Teatro da Cornucópia tiene 36 años y forma parte de la élite dramática portuguesa. Su director Luis Miguel Cintra es el protagonista de la obra en el papel de La Parca que pocas veces es masculino. La obra fue estrenada en el Teatro do Bairro Alto de Lisboa en julio de 2010. Es comprensible que se haya prescindido de los subtítulos por no corromper el logrado espíritu de aquella época -sencillo y piadoso- con estridencias técnicas de la nuestra. Pero habría que encontrar la forma de hacer inteligible la versión original.

Merece ser mencionado que se ha pensado en una adaptación espacial para «teatro itinerante de Nao d´amores», una especie de coro catedralicio realizado en madera, que integra un aforo máximo de 130 espectadores en bancos de diferentes alturas ubicados a tres bandas, cuatro bloques de escaleras de acceso y dos plataformas adosadas para control técnico de iluminación y sonido, un «teatro sin techo» con identidad propia, que contribuye a una mayor proximidad y concentración para propiciar el encuentro íntimo entre actores y público.

‘Un verdadero ejercicio de convivencia ibérica, un homenaje a nuestros muertos, para que su espíritu siga viviendo en el imaginario de los espectadores, una manera de alcanzar un cachito de eternidad, un acto ceremonial para conjurar nuestra preocupación más ancestral, aquella que nos hace humanos: la Muerte’, dice Ana Zamora.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Texto: 4 (no se entiende)
Dirección: 7
Música: 8
Coreografía: 7
Escenografía: 7
Actores: 6
Músicos: 7
Realización: 8
Producción: 7

COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO
Teatro Pavón (C/ Embajadores, 9)
Dança da morte / Dança de la muerte
Compañías Nao d’amores y Teatro da Cornucopia
Dramaturgia y dirección: Ana Zamora
8-24 de abril 2011

Intérpretes: LUIS MIGUEL CINTRA, SOFÍA MARQUES, ELENA RAYOS
EVA JORNET (Flautas, Cromorno y Chirimía),
JUAN RAMÓN LARA (Viola de Gamba y Fídula),
ISABEL ZAMORA (Órgano)

Arreglos y Dirección musical: ALICIA LÁZARO
Coreografía: JAVIER GARCÍA ÁVILA
Escenografía / Asesor de Títeres: DAVID FARACO
Vestuario: DEBORAH MACÍAS
Iluminación: MIGUEL ÁNGEL CAMACHO / PEDRO YAGÜE
Asesor de Verso: VICENTE FUENTES

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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