El trágico idilio de Narciso y Eco, por J.C.Deus

narcissus4_ChristianSchaffererEste mismo mes ha sido muy bien acogida en la Bienal de Salzburgo. ‘Narcissus & Echo’, una ópera de cámara del compositor estadounidense Jay Schwartz (1965) fue estrenada ayer en España en el ciclo ‘operadhoy’ de este año. Basado en el poema que Ovidio dedicó al mito inmortal, se trata de un prolongado diálogo entre un contratenor y una viola que representan a la eterna pareja enmarcados en vibraciones cristalinas, acordes de órgano y percusiones huidizas. La interpretación de la sugerente partitura es escenografiada en un permanente trasiego multidimensional por el espacio entero de la sala verde de los Teatros del Canal. Un espectáculo interesante que sólo se podrá ver de nuevo el próximo viernes. Bella tristeza. Triste belleza.

Schwartz, que desarrolla su ya larga carrera musical en Alemania, la escribió en 2003 antes de cumplir los cuarenta y la estrenó en 2009. Cuenta la historia de Narciso y Eco según las Metamorfosis de Ovidio centrándose en unas pocas estrofas. Se trata de una pieza minimalista que podría durar indefinidamente y que ya lo hace un poco más -noventa minutos- de lo que la redondearía gratamente. En ella nos pareció detectar ecos ‘new age’, recuerdos de Wim Mertens. Pero elevados a otra dimensión más ambiciosa, con una instrumentación heterodoxa pero armónica, y efectos sonoros espaciales muy originales.

narcissus5_ChristianSchaffererEl contratenor Charles Maxwell protagoniza una interpretación impresionante; pocas veces la voz humana en su timbre más difícil, -aquel que no se identifica con ninguno de los dos sexos y se coloca en un misterio intermedio, antaño conseguido por los ‘castrati’-, consigue un efecto tan turbador. Repite una y otra vez en latín versos enigmáticos en una melodía sombría, en un lamento tristísimo que cautiva el alma. Le responde la viola de Werner Dickel, trasmutada en la doliente voz de la ninfa, más cerca del grave chelo que del agudo violín, en la misma insistente vía, con el mismo repetido dolor.

El diálogo entre ambos suprime el tiempo y ay de quien no lo entienda así, porque sufrirá un ataque de impaciencia. Se dilata, se interrumpe y se subraya con la contribución refinada de dos percusionistas, Sebastian Hausl y Stefan Blum, y con largos viajes astrales al sustrato perenne de la conciencia humana, conseguidos por un grupo de fantasmas con sombrero haciendo vibrar el borde de una desordenada colección de vasos y copas de un banquete inconcluso, insinuado en una mesa con ruedas donde varias veces se sube una alegoría de sonrisa inmutable, una mujer que puede ser el tiempo.

narcissus3_ChristianSchaffererEl compositor está también en escena, interpretando dispersos acordes de órgano y sobre todo, dirigiendo -como si empuñara la batuta- las complicadas evoluciones de la decena de músicos y ayudantes que convierten en escenario desolado todo el teatro, deambulando por sus límites, arrojando esporádicamente música desde los cuatro puntos cardinales.

Jay Schwartz nos intenta contar la historia del joven Narciso y la ninfa Eco basándose en la idea de la imagen reflejada: utiliza proyecciones especulares con vida propia. Primero, el reflejo acústico de Narciso y después su reflejo visual. Parece haber dos actos construidos de forma simétrica, que comienzan ambos con una profecía y terminan con una metamorfosis. Pero nosotros no los captamos.

Como tampoco captamos todo el aparato teórico con que se nos intenta explicar las razones de una puesta en escena que a pesar de sus sólidas pretensiones sólo es un confuso acompañamiento para un inacabable lamento en el que también interviene un ciervo disecado, una pelota de colores, una mariposa de papel, y otras incidencias. ‘La idea no es proporcionar a los espectadores las imágenes de una historia conocida por todos, sino que éstos indaguen en las emociones que la historia despierta en ellos’, dice un tal Bernd Feuchtner para presentar la obra: ‘El texto conquista un espacio en el que resuena’. Una frase bonita, pero el texto no se entiende y el espacio conquistado nos engulle a todos.

narcissus1_ChristianSchaffererNarciso se enamoró de su propia imagen, y no como metáfora sino textualmente. La vio en el agua y en cuanto la tocaba, se desvanecía: el objeto de su deseo era realmente inalcanzable.
 
Naturalmente, su destino era un castigo de los dioses. Según las Metamorfosis de Ovidio, sobre el hijo del dios del río Cefiso y de la ninfa Liríope pesaba una profecía: el adivino Tiresias había predicho que Narciso iba a tener una larga vida, «si no llega a conocerse». La maldición se cumplió por la soberbia del joven que, admirado por su belleza tanto por mujeres como por hombres, despreciaba, orgulloso, a todos.

Uno de los admiradores rechazados pidió a los dioses que lo vengaran, a raíz de lo cual Narciso fue preso de un amor irresistible por sí mismo. Entre los admiradores despreciados se encontraba también la ninfa Eco. Su destino fue no menos trágico: había ayudado a Zeus durante una de sus aventuras amorosas distrayendo con su parloteo a su esposa, Hera. Al enterarse Hera del engaño, como castigo, a Eco le quitó el habla. A partir de ese momento, Eco sólo podía repetir las últimas palabras dirigidas a ella. De ese modo, ¿cómo iba a declarar su amor a Narciso? Esta pareja de amor imposible estaba unida en su condena de forma especialmente pérfida. La rechazada Eco se ocultó en el bosque y se consumió hasta que no quedó de ella nada material, salvo su voz. Más tarde, cuando Narciso se clavó el puñal en el pecho, suspiró: «Ay, joven amado en vano, adiós, adiós». Y Eco le contestó: “¡Adiós, adiós!”. Del joven sólo quedó una flor: el narciso.

Ya ven, qué historia.

Los mitos son narraciones milenarias que han permitido a la humanidad encontrar cierta coherencia en el laberinto de su complejidad. Algo susurra que necesitan revisarse para los próximos milenios.

Aproximación al espectáculo (del 1 al 10)
Argumento y libreto, 7
Música, 8
Representación, 7
Intérpretes, 9

Clips de la obra:


Operadhoy 2011
NARCISO Y ECO
Ópera de cámara de Jay Schwartz para contratenor, viola, percusión, órgano y arpa de cristal, a partir de textos de Ovidio.
Producción de operadhoy, el Landestheater y la Bienal de Salzburgo.

Charles Maxwell, contratenor
Werner Dickel, viola
Sebastian Hausl y Stefan Blum, percusiones
Jay Schwartz, órgano y dirección musical
Escenografía: Moritz Nitsche
Dirección escénica: Tilman Hecker

TEATROS DEL CANAL: SALA VERDE –
23 DE MARZO / 20:30 h. Y 25 DE MARZO / 20:00 h.

jay

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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