Santo es el señor dios del universo, por J.C.Deus

SANTO4‘Santo’ es una propuesta valiente, de eso no cabe duda. Hablar de la santidad hoy día, es casi una provocación, y dedicar dos de las piezas del tríptico a sendas historias de monjas, no va precisamente con las modas. Tal desafío nos predispone a favor. Pero defender la espiritualidad y la trascendencia, y hacerlo desde el punto de vista católico, necesita combustible de primera categoría. Ni los textos ni la realización ni los actores consiguen elevarse de una discreta medianía. Aitana Sánchez-Gijón está correcta, pero comete un imperdonable error: olvidar que son tres papeles diferentes los que interpreta y hacerlos los tres iguales.

Tres dramaturgos actuales firman los textos:Ignacio del Moral es autor de Mientras Dios duerme; Ignacio García May propone Los coleccionistas, y finalmente Ernesto Caballero presenta su Oratorio para Edith Stein. “Surgió la idea de hacer algo juntos y abordar el tema de la santidad, un tema que nos desconcertaba y nos despertaba preguntas e interrogantes: el misterio, la ejemplaridad, la trascendencia…”, explica Caballero, a quien atraía una judía conversa y carmelita, Santa Teresa Benedicta de la Cruz, copatrona de Europa, que murió en un campo de concentración durante la segunda guerra mundial. Del Moral quería hablar de los santos contemporáneos, de su entrega anónima en esos lugares remotos en los que no parece haber dios; así, eligió la historia de una monja misionera que decide pasar por asesina con tal de salvar a una adolescente perseguida. Entre ambas historias, García May optó por inclinarse por una extraña historia de coleccionistas que resulta un tanto ininteligible. Los tres textos tienen algo en común, son triviales, carecen de calidad literaria y trama medianamente creativa: por orden de aparición, prosaico, el primero; deshilvanado, el segundo; y siendo el mejor, fallido el tercero.

ESPA20En vez de dirigir cada autor su pieza, ha dirigido las tres Ernesto Caballero, buscando un hilo conductor que se convierte en pasta uniforme. Lo hace con una escasez de medios patética, escatimando cualquier recurso, con escenografía y vestuario lamentables y con un trabajo de actores un tanto erróneo. Si Aitana interpreta igual una monja activista de hoy, una monja intelectual de hace medio siglo y una ladrona de libros raros, José Luis esteban nos presenta un cura, un bibliotecario y un oficial nazi que parecen trillizos, que hablan y se mueven de forma idéntica. El tríptico se prestaba a disfrutar de la versatilidad de actores enfrentados a diferentes papeles, a presenciar un despliegue de acentos y tonos, de caracterizaciones. Y si éste es el lamentable destino de la pareja protagonista, peor es aún el de la pareja secundaria: su presencia en el escenario es un sinsentido absoluto salvo un momento en el que Ester Acevedo tiene la oportunidad de hacer de persona y demostrar que no es mala sobre las tablas.

Y es que se vuelve a confundir, y van últimamente no pocas veces, espacio pequeño con espectáculo pobre, presupuesto reducido con cicatería profesional. Hay que trabajar más, hay que ofrecer más: no hay disculpa que valga. Aitana Sánchez Gijón y José Luis Esteban pueden hacerlo mucho mejor. Esteban hizo un correcto don Pedro de Alarcón en La comedia nueva o el café, de Moratín, para la Compañía Nacional de Teatro Clásico (también a las órdenes de Caballero, cuya dirección en esa ocasión nos gustó), y un buenísimo José Moreno Villa en la Colmena Científica o el Café de Negrín, de José Ramón Fernandez, para el Centro Dramático Nacional.

ESPA13La compañía Teatro el Cruce sale malparada con esta producción, como lo hacen los encargados de escenografía, iluminación, espacio sonoro y vestuario, apartado en el que la saya del pobre Borja Luna es de fealdad extrema. Mirando hacia atrás, comprobamos que tampoco nos gustaron anteriores producciones suyas: La Tortuga de Darwin y La Fiesta de los Jueces.

En cuanto a los autores, Del Moral triunfó en la tele con Farmacia de Guardia y tiene cinco goyas, pero el teatro exige mayor calidad literaria. García May en su faceta de director, tuvo no hace mucho dos mejores intervenciones que ésta para el Centro Dramático Nacional, El hombre que quiso ser rey, basado en un relato de Kippling, y sobre todo Drácula, adaptación de la novela de Bram Stoker. Pero como autor, ni siquiera entendimos Los coleccionistas, es completamente absurda. Y Caballero presenta la pieza más ambiciosa de las tres, con mayor trasfondo y más trabajo, pero no se puede embutir la vida de Edith Stein en un careo de comisaría.

ESPA2Mala suerte, pues, esta vez para todas las partes implicadas. Lo sentimos de veras. El tema de la santidad en el mundo de hoy, o para decirlo en palabras más sencillas de cómo ser buena persona en un mundo que no lo valora, es realmente atractivo. Pero con una monja políticamente correcta y una asesina que promete milagros, amén de una incursión histórica, no se soluciona. Qué oportunidad perdida de ocuparse seriamente del misterio de la clausura, de la santidad de la vida corriente como la ven Kikos, Opus y otras hierbas, o de esos santos aconfesionales, humildes llamaradas de luz, como la señora Lorenza, que vive en la Puerta del Sol, que siempre sonríe, que siempre está dispuesta a hacer favores, que nunca tiene una palabra despectiva para nadie, que es buena como el pan, y jamás presumirá de ello.

ESPA23Calificación del espectáculo (del 1 al 10)
Textos, 5
Dirección, 5
Interpretación, 5
Realización, 4
Producción, 4

Teatro Español
Sala pequeña
SANTO
De Ignacio García May, Ignacio del Moral y Ernesto Caballero
Dirección: Ernesto Caballero
Del 3 de marzo al 3 de abril

Intérpretes
Aitana Sánchez-Gijón
José Luis Esteban
Esther Acevedo
Borja Luna

Equipo artístico
Escenografía José Luis Raymond
Vestuario Ana Sebastián Delgado
Iluminación Paco Ariza
Espacio sonoro Ignacio García
Una producción de Teatro El Cruce.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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