Un Rossini placentero y divertido, por J.C.Deus

Exultante. Graciosa. Reparadora. Con noviembre, el Teatro Real estrena en un necesario giro de tuerca tras la controvertida Lulu: el ‘dramma giocoso’ de Gioachino Rossini ‘L’italiana in Argeli’, en versión burbujeante de Joan Font y sus Comediants. Una despampanante naufraga italiana capturada por corsarios turcos ridiculizará al mujeriego y fatuo bey Mustafá, en una parodia del diálogo/choque de civilizaciones para mayor gloria de la ‘furbicia’ (astucia) italiana. Esta vez el baqueteado abonado del Real no sufrirá de un montaje reduccionista que agudice las dificultades de la pieza, como pasó en el primer estreno de la temporada. Todo se entiende, todo se goza, y todo se disfruta mientras esperamos a monsieur Mortier.

Escrita en 27 días para completar la programación de 1813 del Teatro San Benedetto de Venecia, constituye la primera ‘opera buffa’ de Rossini, tres años antes de Il barbiere di Siviglia; combina con maestría los ingredientes triunfantes del momento, Cimarosa y Mozart, y ultima una rocambolesca trama -¿turcos en Argel?- para mayor gloria de la patria italiana en ciernes, fundada sobre la vacuidad y la impostura, que es lo único que permite a las patrias subsistir como puro contrato mercantilista que son en última instancia.

Stendhal consideraba L’italiana in Algeri (1813) como “la perfección del género bufo” al disponer un equilibrio ideal entre lo sentimental (la cavatina de Lindoro “Languir per una bella”), lo cómico (el terceto “Pappataci! Che mai sento!”) y lo serio (el rondò de Isabella “Pensa alla patria”). El libreto fue una adaptación anónima del escrito por Angelo Anelli en 1808, pero no toda la música de la ópera es de Rossini; siguiendo las convenciones operísticas del momento un compositor anónimo escribió los recitativos y el aria di sorbetto “Le femmine d’Italia”. Da igual que da lo mismo. Sus duetos, tercetos, cuartetos y quintetos onomatopéyicos son ciertamente sencillos, pero absolutamente divinos y reconfortantes. Una ópera repleta de árias difíciles y hermosas, pero en la que lo más destacado son esos efectismos, por ejemplo el final del primer acto, en los que se te escapa la sonrisa arrobada y la incondicional entrega al Rossini amable y desenfadado.

La trama se centra en Isabella, que tras naufragar y ser capturada por los corsarios argelinos, se erige en heroína y consigue con su astucia no sólo doblegar y humillar a Mustafá, sino también reencontrarse con su enamorado Lindoro, liberar a su pazguato amigo Taddeo y de paso a un montón de esclavos italianos. La ópera exalta el sentimiento patriótico italiano a base de ridiculizaciones a los musulmanes y exaltaciones del atractivo sin par ‘delle donne nostrane’ . Más ofensiva para el islam fanático que las viñetas danesas que desencadenaron un terremoto en el mundo islámico hace tres años, cuenta con el eximente de que a los italianos nadie se los toma en serio.

Mustafá, bey de Argel, es un bajo de coloratura; Lindoro, su esclavo italiano, es un tenor ligero; Isabella, la explosiva italiana, una mezzosoprano o contralto, y Taddeo, el bufo acompañante de la bella Isabella, un barítono gracioso al estilo de nuestras zarzuelas. El grado de dificultad vocal de las óperas rossinianas es tan extremo que, desde mediados del siglo XIX, hasta los años setenta del pasado siglo, muchas de sus obras eran imposibles de cantar. Hasta la irrupción de una generación de «supercantantes» que emuló a los divos y divas de entonces. En la actualidad destacan como tenores adecuados para sus obras, voces en la línea de Juan Diego Flórez, y sin duda el delicado Maxim Mironov cumple sobradamente. En cuanto a los bajos ‘rossinianos’, qué mejor que este sensacional Michele Pertusi. Y hablando de esas voces femeninas en la cuerda de mezzosoprano, con intrincadas coloraturas, qué duda cabe de que Vesselina Kasarova brilla y hasta llegar a deslumbrar. Nuestro Carlos Chausson más que bufo está chusco, pero cumple bien. Y el coro del Real vuelve por su fueros cantando y actuando a las mil maravillas.

El delirio onomatopéyico que cierra el acto primero, con las mujeres imitando el sonido de una campanilla, Lindoro y Haly un martillo, el Bey un cañón y Taddeo una corneja desplumada, y la broma de la ceremonia de iniciación pseudomasónica del segundo acto, -“Ver y no ver, oír y no oír, con tal de comer y gozar, dejar hacer y decir”-, son -qué quieren ustedes que les diga- verdaderos goces de estúpida candidez, de inocente disfrute en estos tiempos tan sofisticados. Vayan a ver esta italiana, hagan caso omiso de la italianada, y pasen un buen rato. Se necesita.

La puesta en escena de los Comediants es fiel a su estilo pop-calenturiento, un tebeo de colorines, todo mar y todo cielos luminosos, lleno de guiños falleros y de detalles inteligentes, como el tratamiento desmitificador del patrioterismo un tanto cargante a base de un cañón-botella de Chianti y muchos espaguetis. Una dirección de escena de Joan Font totalmente acertada, cuya buscada o espontánea ingenuidad viene como anillo al dedo a la música divertida y optimista de Rossini. Terreno mucho más proclive que aquel Faust-bal de infausta memoria con el que dedutaron en estas tablas.

Para la dirección del Teatro Real, esta ópera es el eslabón rossiniano que le faltaba, la joya del género bufo por onotonomasia, y un buen desengrasante tras el fiasco escenográfico de Lulu: ‘Del blanco y negro al technicolor’, resume conciliador Antonio del Moral, su director ejecutivo, en su última temporada al frente del Teatro. Para Cobos, también de despedida, estamos ante Rossini en estado puro, una obra escrita de un tirón a la edad de 21 años, ‘un delirio colorista al que le viene que ni pintada la estética de Font’, Y para éste último, este Rossini huele a mar y playa mediterránea, ‘una historia de sexo supermoderna’. Pues a ello.

L’ITALIANA IN ALGERI
Gioachino Rossini (1792-1868)
‘Dramma giocoso’ en dos actos
Libreto de Angelo Anelli basado en la obra homónima de Luigi Mosca
Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con el Maggio Musicale Fiorentino, el Grand Théâtre
de Burdeos y la Houston Grand Opera.

EQUIPO ARTÍSTICO
Director musical Jesús López Cobos
Director de escena Joan Font (Comediants)
Escenógrafo y figurinista Joan Guillén
Iluminador Albert Faura
Coreógrafo Xevi Dorca
Director del coro Jordi Casas Bayer
Asistente del director musical Eun Sum Kim
Asistente del director de escenaAlbert Estany
Asistente del escenógrafo Isabel Franco
Asistente del figurinista Priscila Roca
Maestros repetidores Patricia Barton, Riccardo Bini, Mack Sawyer

REPARTO

Mustafá Michele Pertusi (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
Nicola Ulivieri * (3, 6, 9, 14, 17)

Isabella Vesselina Kasarova (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
Silvia Tro Santafé (3, 6, 9, 14, 17)

Lindoro Maxim Mironov * (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
David Alegret * (3, 6, 9, 14, 17)

Taddeo Carlos Chausson (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
Paolo Bordogna (3, 6, 9, 14, 17)

Haly Borja Quiza

Elvira Davinia Rodríguez * º (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
Eugenia Enguita º (3, 6, 9, 14, 17)

Zulma Angélica Mansilla * º (1, 4, 7, 10, 13, 16, 18)
Marifé Nogales * º (3, 6, 9, 14, 17)

Coro de la Comunidad de Madrid
Orquesta Titular del Teatro Real
(Orquesta Sinfónica de Madrid)

Figurantes-bailarines
Javier Alemán, Rosalía Ángel, Alfonso Cayetano,
Mirko Corchia, Federico Corrales, Marta García,
Toni García, Luis Guijarro, Jonatan de Luis Mazagatos,
Víctor Montesinos, Elisa Morris, Laura Pascual,
Pepe Rey, Pilar Sánchez, Diana Samper,
Quique Sanmartín

* Por primera vez en el Teatro Real
° Por primera vez en este papel

Duración aproximada:
Acto I: 1 hora y 15 min.
Pausa de 25 min.
Acto II: 1 hora y 10 min.

Noviembre
1, 3, 4, 6, 7, 9, 10, 13, 14, 16, 17, 18

La función del día 10 será retransmitida en directo por
Radio Clásica, de Radio Nacional de España

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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