La tortuga turulata, por J.C.Deus

Un profesor de historia contemporánea recibe la visita de una señora mayor que resulta ser una tortuga de 200 años de edad que le ofrece su testimonio exclusivo sobre los principales acontecimientos históricos de tan dilatado período. Un doctor intentará descubrir el secreto de su longevidad. La tortuga habla y habla, y lanza juicios y doctrina a raudales. La consagrada Carmen Machi retorna protagonizando La tortuga de Darwin, estrenada con éxito la temporada pasada. La Abadía, ‘una fundación cultural con financiación pública y gestión privada… modelo que nos permite obrar con menos ataduras que un teatro institucional al uso, con mayor libertad de riesgo y plena independencia artística’, reafirma su apuesta por el teatro comercial y el éxito fácil. Tiempos de crisis sistémica.

España está bastante catatónica. El encefalograma de la superestructura ideológica y cultural aparece plano. Innovación, audacia, valentía y sinceridad son tan escasos como las setas este otoño. Cada año empeora el pulso del País de la Transición a ninguna parte y de las esperanzas perdidas. Éste es el contexto que vemos, ustedes diculpen el atrevimiento, y a tal contexto se acopla perfectamente esta obrilla supuestamente de entretenimiento, que resulta mortalmente aburrida, letalmente ‘déjà vue’. Y entonces, ¿por qué tanto éxito? Porque proporciona con el menor esfuerzo el máximo de barniz, la módica pátina necesaria para comulgar en las cuatro coletillas que forman el actual pensamiento políticamente correcto, lo que todo hijo de vecino debe pensar, decir en el bar y comentar en el pasillo si no quiere ser tachado de raro, y lo que es peor, de facha, la palabra fetiche que oculta las verdaderas: disidente, crítico, descontento, contracorriente, ‘rompescatole’, la minoría perseguida en estos tiempos de dictablanda.

Esta tortuga viene cargada de doctrinilla y suelta unos panfletos de no te menees; tiene superclaro lo que ha pasado en el mundo en estos dos siglos, y te lo explica -oyess…- de carrerilla. Así que siéntate, cierra los ojos si quieres, pero sobre todo el pico. Comulga con el romántico fantasma que recorría Europa, rinde el culto justo a Lenin y permítete alguna broma con Stalin; considera un payaso a Hitler, discursea sobre el holocausto y carga todas las tintas que quieras, ten un recuerdo para el escandaloso bombardeo de Gernika pero ni menciones Dresde. Y salpimenta todo ello con reflexiones buenistas sobre la vida y la gente, como las de esta Harriet sensibilera que sienta cátedra sonrojante con verdades de perogrullo como ‘oigo hablar de derechos humanos, pero yo sólo veo dos clases de personas: personas que se comportan como bestias y personas que son tratadas como bestias’. O esta otra: ‘para vivir, hay que olvidar, y cuando se ha vivido mucho hay que olvidar mucho’.

A eso, el autor le llama ‘La Historia desde abajo’. Menos mal que no es la historia por el trasero. Por lo menos Alfonso Paso y el teatro comercial del anterior régimen, prescindía de adoctrinamientos. En esta obra, Juan Mayorga sufre de todos los castigos que golpean a quien se mete en camisa de once varas, a quien con lecturas y sin vivencias cree conocer el mundo, a quien no hace los deberes e improvisa en el examen. En su disculpa tiene que esta obra es ya de hace unos años y que después ha mejorado, como demostró la temporada pasada con ‘La paz perpetua’. Por eso no debía haber repuesto esta flojera, o haberla reescrito pundonorosamente. ‘Imaginé a una tortuga que ha sobrevivido a once papas y a treinta y cinco presidentes norteamericanos, a dos guerras mundiales, a la Revolución de Octubre y a la Perestroika, un testigo extraordinario que ha visto la Historia desde abajo, a ras de tierra. Cuando Ernesto Caballero –a quien admiro desde que soy espectador de teatro- me propuso escribir una obra que él dirigiría, inmediatamente le hablé de Harriet’, explica Mayorga, que ha ido acumulando oficio como para dejarse ya de tonterías y ponerse de una vez a reflejar esta época, -es-ta-é-po-ca-, y corregir lo que dice la señora tortuga u otro de sus tres tópicos acompañantes en el escenario: que después de la caída del muro de Berlín, ya no ha pasado nada en el mundo. Una tesis precisamente bien reaccionaria y escapista, con la que se reivindica al neocom Fukuyama desde la otra orilla: Mamma mia, che casino!

Un mundo que es un terrario para Ernesto Caballero, que encuentra en esta tortuga ecos de Kafka, Ionesco y Bulgakov. Ecos, sí; ecos de los ecos de los ecos. Estamos hartos de ecos. Queremos fragores auténticos. Su dirección escénica no aporta nada bueno a su fama. Una escenografía pobre e insulsa, todo estático, todo rutinario. Y completado con escenografía, iluminación, vestuario y sonido deprimentes.

Carmen Machi, -‘convertida en fenómeno de masas por sus papeles en las series 7 vidas y Aída, con los que ha obtenido todos los premios de televisión del país’, nos recuerda la carpeta de prensa a quienes jamás hemos visto estas ni otras series-, demuestra su oficio en un papel ñoño como lo demostró recientemente en el papel de Sasha, la buena esposa de Platonov. Pero corre el riesgo de encasillarse en una ‘gracita morales posmoderna’. El resto de los personajes son cartón piedra, figurantes. José Luis Alcobendas era el perro Odín de La paz perpetua, así que interpretando a este catedrático pedante, demuestra poseer variedad de registros. Susana Hernández nos puso de los nervios con su insufrible personaje. Y a Daniel Moreno le tocó en suerte un malvado doctor de cómic.

Esperemos que Juan Mayorga abandone en el futuro la presentación de tesinas, aunque hay que reconocerle gran perspicacia y oficio para detectar lo que los públicos quieren. Además de criticar a su tortuga, reconocemos el mérito de que obras suyas hayan sido estrenadas en Argentina, Costa Rica, Chile, Croacia, España, Estados Unidos, Francia, Irlanda, Italia, Noruega, Portugal, Reino Unido, Ucrania y Venezuela, y traducidas a los idiomas árabe, francés, griego, inglés, italiano, noruego, portugués, rumano y serbocroata.

De la misma forma, la tortuga que a nosotros no nos ha gustado nada, ha levantado por ahí admiración casi unánime. Equilibremos nuestra modesta opinión con esta avalancha de críticas favorables:

“Le dará mucha gloria esta tortuga a Carmen Machi, como se la dará a Juan Mayorga.”
Javier Villán, El Mundo, 09-02-08

“Carmen Machi lleva a cabo una auténtica creación: por composición física, por colocación de la voz y de las réplicas. Rebosa ternura, ironía, ingenuidad y malicia, y conmueve al evocar, en cuatro frases, la muerte de su hijo. Te ríes, y sufres por ella y su bondad acosada, y aplaudes, cómo no, el giro final. De tener posibles, yo pondría un teatro a sus pies.”
Marcos Ordoñez, Babelia, 01-03-08

“(…) esa extraordinaria actriz que es Carmen Machi. Es un prodigio de registros, de calidez, de credibilidad: no nos cabe ninguna duda de que es la tortuga de Darwin, y si se lo propusiera hasta podría hacernos creer que es la trompa de Falopio.”
Miguel Verdú, Guía del Ocio, 15-02-08

“(…) la actriz borda al bicho: lo hace entrar en el animalario de honor donde figuran el caballo Patizanco de José María Rodera y el chimpancé de José Luis Gómez”
Javier Vallejo, El País, 10-02-08

“(…) probablemente, ninguno de los espectadores pueda a partir de ahora contemplar una tortuga sin pensar en esta estupenda actriz.”
Juan Ignacio García Garzón, ABC, 11-02-08

Disentir puede que todavía esté permitido, aunque cada vez sea más deprimente. Y que Rosa Montero nos perdone por calificar a esta tortuga con uno de sus adjetivos preferidos, turulata. Habíamos pensado titular ‘La gallina papanatas’, pero era pasarse.

Más información:
http://www.teatroabadia.com/temporada/ficha.php?id_obra=289

LA TORTUGA DE DARWIN
de Juan Mayorga
Dirección Ernesto Caballero
Una producción de Teatro el Cruce en colaboración con Teatro de La Abadía
Del 20 de octubre al 8 de noviembre
TEATRO DE LA ABADIA
www.teatroabadia.com
Duración aproximada: 1 hora 45 minutos

REPARTO
Harriet, Carmen Machi
Profesor, José Luis Alcobendas
Betti, Susana Hernández
Doctor, Daniel Moreno

Escenografía, José Luis Raymond
Iluminación, Paco Ariza
Sonido, Nacho García – Antonio Guijosa
Figurines, Ikerne Giménez

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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