El qué dirán de La Estrella de Sevilla, por J.C.Deus

La Estrella de Sevilla es un superclásico y ha gozado de continuas representaciones durante sus cuatro siglos de existencia. Empezó siendo un exitazo y casi muere de ello, pues debió sufrir tantos arreglos y apaños que ahora sólo puede decirse de ella que es atribuida a Lope de Vega, mil veces manipulada por intérpretes y adaptadores, y quizás escrita o refundida por Andrés de Claramonte, un actor murciano que representaba a menudo las obras de Lope, y dramaturgo también al que se reivindica en las últimas décadas. Se programó en 1977 en la inuaguración del Festival de Almagro, hace diez años la volvió a presentar el insigne Miguel Narros con la CNTC, y una década después lo hace su actual director, Eduardo Vasco, en una versión de gran nivel y belleza.

Se considera esta obra una de las mejores de la mejor época del teatro hispano, porque es ejemplo paradigmático de aplicación de los preceptos que dictaba el Arte Nuevo de Hacer Comedias, a pesar de sus irregularidades. Situada en la Sevilla del siglo XIII, es un drama histórico sobre el abuso de poder, los límites de la lealtad, la dictadura del honor y los sinsabores del amor.

Lope, Claramonte o ambos, inventan un episodio de la vida de Sancho IV el Fuerte, -rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén y el Algarve en el siglo XIII, entre 1284 y 1295-, quien llegó a enfrentarse a su augusto padre, Alfonso X el Sabio, -quien le desheredó-, y que arrebató Tarifa a los benimerines gracias a una alianza con Mohamed II de Granada. Si este episodio de su despótico y abusivo comportamiento es leyenda, debía tener alguna base real cuando menos, en un soberano analfabeto que según cuentan las crónicas dio orden de ejecutar a 4.000 seguidores de sus rivales, los infantes de la Cerda, pasándolos a cuchillo en la ciudad de Badajoz.

La Estrella de Sevilla ha llegado hasta nosotros consagrada por la tradición crítica desde el Romanticismo, como una de las joyas de nuestro patrimonio escénico. Un material que ni pintado para osados adaptadores y directores capaces de desbrozar el grano de la paja, y de plantear versiones creibles y coherentes que mejoren el estado un tanto caótico en el que el argumento ha llegado a nuestros días.

Tarea que no han querido o no han podido plantearse en esta ocasión en la CNTC, cuya versión sigue precipitándose en la confusión de su últíma parte y desenlace, distorsionando una obra que nace clara, que presenta un retrato soberbio de la prevaricación del poder absoluto, de la desconfianza que causa la honradez, de la propensión de los de abajo a ser como los de arriba en cuanto medran, de la descomposición del mecanismo social de matrimonios concertados, y del enorme peso del qué dirán, embellecido como defensa del honor, en aquella sociedad y quizás en todas. El qué diran, que hoy se traduce en el odioso pensamiento único de lo políticamente correcto.

Un joven monarca recién llegado al trono, visita una gran ciudad de su reino donde se encapricha de una joven, a la que pretende inmediatamente someter a su derecho de pernada como está acostumbrado a hacer con ayuda de su corrupto asistente. La joven Estrella está guardada y sometida a su hermano don Busto Tavera, al que soberano y consejero pretenden sobornar rápida y fácilmente. Pero topan con un ciudadano que desconfía de las lisonjas repentinas y hábilmente las rechaza, descubriendo la perversa razón de las mismas. Al soborno sí se prestará la esclava Natilde pero la trama es descubierta por azar. El soberbio Sancho decide matar al rebelde Tavera y encarga la tarea a un caballero, Sancho Ortiz de las Roelas, que es precisamente el atribulado novio de Estrella. Debatiéndose entre la amistad de don Busto y la lealtad al rey Sancho, se inclina absurdamente por la última y mata a su amigo y futuro cuñado a sabiendas de que perderá a Estrella. Pero a partir de aquí, todo se desboca con una hermana enloquecida que busca venganza, un Sancho IV a la defensiva y un don Sancho Ortiz que quiere morir a toda costa para purgar sus pecados. El Cabildo de Sevilla frena al rey de forma más bien liosa, cuando probablemente sea esencial, y finalmente nadie más muere, casándose Estrella con Ortiz a pesar de la tragedia, y siguiendo el rey campando por sus respetos. Si hubiera moraleja, en esta versión sería que sólo la palma el moralista extremo, y que su hermana y su amigo se olvidan raudamente de su sombra. Probablemente el autor pretendía todo lo contrario. Poco aleccionador desenlace y fallido resultado argumental.

Un argumento que necesita adaptación, no para mayor énfasis de estúpidos egos, sino porque resulta incomprensible en su segunda parte para una inteligencia media que no haya estudiado el texto. Como no la hay suficiente, la pieza se resiente a ojos normales. El texto, por más que desigual, es brillante y espectacular, todo un desafío al analfabetismo funcional de nuestra época. La simple escucha de los textos del castellano clásico debía ser asignatura obligatoria de todo ciudadano ilustrado que se precie, antes de que terminemos todos balbuceando. El lector tiene dos meses por delante para cumplir tan plancentera penitencia.

La escenografía es de notable belleza conceptual, despojada de todo menos de la palabra y un tímido violín, loable sin duda; pero ya se sabe que nosotros hace tiempo que reclamamos escenografías más ambiciosas, más trabajadas, más sugerentes, como la que hubiera podido montarse para trasladarnos a una Sevilla del siglo XIII, sin esos consabidos actores vestidos de calle cualquiera que sea la dimensión espaciotemporal de la obra, una reiteración que empieza a ser insoportable en los escenarios españoles. ¿Dónde pararon vestuarios y figurinistas?.

La interpretación es notable, como resulta habitual en la CNTC. Media docena de pasajes nos resultaron ininteligibles, hubo algún fallo y cierto abuso de soniquete, pero en general se sale pero que muy satisfecho. Los dos hermanos Tavera resultan un tanto apagados frente a la presencia del rey y su compinche don Arias, y el sirviente bufo Clarito no despierta por fortuna carcajadas. El elenco brilla en conjunto y en la solidez de los personajes secundarios.

Insiste Eduardo Vasco, director de la CNTC y del montaje, en que La Estrella de Sevilla es uno de los más importantes textos de nuestro Siglo de Oro y, seguramente, una de las más internacionales, ya que fue traducida y representada desde principios del siglo XIX en Europa. Ha sido objeto de refundiciones y adaptaciones de todo tipo, y ha servido como base para libretos de ópera y zarzuela, cumpliendo así una especie de trayectoria vital común a muchos de los textos importantes del Barroco español, que, tras su escritura, representación y edición, resurgieron con fuerza a finales del XVIII y llegaron a convertirse en habituales en los escenarios y ediciones hasta nuestros días.

Reconoce que hay añadidos evidentes compuestos para el lucimiento de algunos papeles, práctica común en la época, que evidencian la pronta mano de un cómico en algunos pasajes; que hay momentos tan extravagantes que no parecen de la misma mano que compone las intensas escenas entre los protagonistas; que el planteamiento argumental básico es característico de Lope, pero el desarrollo posterior de la acción no, aunque bien es verdad que don Lope de Vega y Carpio es siempre sorprendente e imprevisible, a pesar, o mejor dicho, debido a su enorme oficio.

‘Sigue siendo necesario encontrar maneras diferentes de llevar a escena nuestros grandes textos, dice Vasco, desde una óptica que no nos lleve a renunciar al riesgo y a la belleza que estos textos pueden proyectar en nuestra sensibilidad contemporánea. Y en ello estamos, tratando de contarles esta historia, como siempre, de la manera más eficaz posible, esperando que ustedes la disfruten y solicitando que perdonen nuestras faltas. como la tradición aconseja’. Disfrutamos y disculpamos, como es noble hacer reconociendo tan buen trabajo.

Para saber más:

Lope de Vega

Texto completo de la obra

Bibliografía exhaustiva sobre la obra

Andrés de Claramonte

El teatro de Claramonte y La estrella de Sevilla

A propósito del autor

LA ESTRELLA DE SEVILLA
atribuida a Lope de Vega, con versión y dirección de Eduardo Vasco.
Hasta el 7 de junio en el Teatro Pavón
Funciones: miércoles a sábados 20.00 horas; martes, domingos y festivos 19.00 horas; lunes descanso; jueves, descuento del 50%.
http://teatroclasico.mcu.es/es/guiapractica/index.asp

Gira
Valladolid (Teatro Calderón): 4-8 de Febrero 2009
Almería (Jornadas de Teatro Clásico): 6 – 7 de Marzo de 2009
Madrid (Teatro Pavón): 20 de marzo – 7 de junio
Cáceres (Festival de Teatro Clásico): 12 – 13 de Junio 2009
Alcalá de Henares (Festival Clásicos en Alcalá): 17-18 de Junio 2009
Almagro (Festival de Teatro Clásico de Almagro): 16 – 26 de Julio 2009

Equipo
Espacio sonoro: Eduardo Vasco
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Iluminación: Miguel Ángel Camacho
Escenografía: Carolina González
Vestuario: Lorenzo Caprile

Versión y dirección: Eduardo Vasco

Elenco
Rey Don Sancho : Daniel Albaladejo
Don Pedro de Guzmán : José Vicente Ramos
Farfán de Ribera : José Ramón Iglesias
Don Arias : Francisco Rojas
Don Gonzalo de Ulloa : Mon Ceballos
Fernán Pérez de Medina: Jesús Calvo
Busto Tavera: Arturo Querejeta
Sancho Ortiz de las Roelas: Jaime Soler
Estrella Tavera : Muriel Sánchez
Clarindo: Paco Vila
Natilde: Eva Trancón
Don Manuel: Fernando Sendino
Don Iñigo Osorio: Jesús Hierónides
Alcaide: Ángel Ramón Jiménez

Violín barroco: Isaac M. Pulet

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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