Polémicas literarias del tiempo de Moratín y del nuestro, por J.C.Deus

Más de dos siglos después de estrenada, -en el Teatro del Príncipe, el día 7 de febrero de 1792-, La comedia nueva o El café, de Leandro Fernández de Moratín, resulta todavía fresca, divertida, polémica y actual gracias a esta versión de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, otro acierto en su acertada -valga la redundancia- trayectoria. Tiene altura intelectual sin perder gancho popular. Está bien realizada e interpretada, tiene no pocos aciertos y grandes momentos, y sus defectos pesan poco en la balanza. Ha estado en Cádiz y Cáceres, y después de Madrid visitará otras cinco ciudades.

Del desconocido teatro español del siglo XVIII, despreciado tras las glorias del siglo de oro, Moratín y su Comedia Nueva son ejemplo de la reacción neoclásica a los estertores del teatro barroco, convertido en una sucesión de aventuras disparatadas, con reclamo y disculpa pretendidamente histórica, que poblaba los escenarios de material populachero de baja calidad, algo así como la proliferación de novela histórica en nuestros días.

La reacción neoclásica venía de Francia, y era tan extremista en purismo como este agonizante requetebarroco en licencias históricas y literarias. Proponía reglas estrictas para velar por la unidad de tiempo, espacio y acción en la trama teatral. Así esta comedia debe suceder completa en un café en el espacio de unas horas del mismo día. Está escrita en una prosa cercana y opuesta a los excesos grandilocuentes en boga, y constituye un retorno al realismo que ya no abandonará nuestros escenarios hasta la actualidad, cuando empieza a notarse necesario otro movimiento de péndulo.

Pero su gran virtud reside en representar una inteligente y moderada polémica sobre el teatro en particular y la literatura en general, sobre la creación artística y los creadores, sobre los vericuetos que llevan a la fama y los tentadores atajos que pueden presentarse, sobre experiencia y productividad como factores contrapuestos en la creatividad, sobre los espejismos con que el autor contempla su obra, propios, e inducidos siempre por ese puñado de admiradores incombustibles formado por familiares y amigos íntimos, que a menudo con su cariñoso entusiasmo llevan al literato en ciernes al abismo. El público descubrirá en los diálogos y reflexiones de tres doctos, -don Antonio, don Pedro y don Hermógenes, que son un pasota, un criticón y un libresco oportunista- aderezados y enfrentados a los de tres legos -Pipi, doña Agustina y doña Mariquita, ejemplo de variantes del respetable público, a saber el bien dispuesto, el supuesto entendido y el nada interesado-, frases certeras, párrafos brillantes y argumentos variados sobre el dios del éxito y el purgatorio de la audiencia, sobre los afanes, fatuidades y sufrimientos de todo el que aspira a comunicar algo al prójimo de la forma solemnemente establecida como la envidiada y odiada creación artística.

Don Serapio, el refinado joven autor, y don Eleuterio, el broquista apuntador, completan el microcosmos del café madrileño en el que transcurren las horas previas al estreno de una nueva comedia que su autor cree genial. La obra se inicia con otra representación del género periclitado que odiaba Moratín -un dramón demencial sobre la gesta de Sagunto- y termina con un cambio de época un tanto fallido, pequeñas licencias que se permite la versión de Caballero junto a un poema del mismo Moratín y un muy gracioso bando municipal de la época.

‘Incluir a Moratín en el repertorio de la CNTC, explica Eduardo Vasco, director de la CNTC, era una tarea necesaria que se había ido posponiendo durante demasiado tiempo. Su tema central es el teatro, y si bien habla de unas circunstancias y un momento muy concreto, su enseñanza resulta tan actual como universal. En nuestro medio, no es una mala cosa que profesionales y público le demos una vuelta más a una cuestión tan crucial como la utilidad del teatro en el tiempo que vivimos’.

Ernesto Caballero, director del montaje, explica: ‘Nuestro espectáculo se inicia con la escena final de La destrucción de Sagunto, de Gaspar Zavala y Zamora, paradigma de aquellos efectistas dramones de corte seudo- histórico que tanto irritaban a nuestros ilustrados, a la que siguen, en boca de don Pedro, unos versos del propio Moratín acerca de la poesía dramática. Estos dos añadidos, junto a un curioso bando de 1790, son incorporaciones que hemos considerado oportunas a la hora de arrojar mayor luz sobre las circunstancias en que se estrenó la obra. En cuanto al propio texto de La comedia nueva, nuestra intervención ha sido mínima aunque, como no podría ser de otro modo, el enfoque del texto desde la interpretación actoral se ha alejado de una literalidad que, sobre todo al final de la obra, nos hubiera conducido a un ingenuo didactismo de escasa teatralidad’.

Escenografía e iluminación están logradas, el vestuario es correcto, con alguna imprecisión. Actores y actrices forman un engranaje donde todo rueda a la perfección. Destacaría especialmente a Carles Moreu como un don Antonio en el que la actitud crítica de los pocos y la ignorancia de los muchos confluyen en la muy española actitud de pasarlo lo mejor posible sin mayor trascedencia. Y el director, con tan buenos mimbres tan bien usados, se merece un sincero aplauso.

Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 1760 – París, 1828), es paradigma de ilustrado y fue un convencido afrancesado (como Cabarrús, Meléndez Valdés, Lista y Blanco White), ‘cantor de las glorias de Pepe Botella y de las matanzas del mariscal Suchet’ se ha dicho con inquina. La viruela dejó huellas indelebles en su rostro y quizás también su alma. Viajó largamente por Europa. En París tuvo ocasión de vivir trascendentales sucesos revolucionarios, y en el Reino Unido entró en contacto con la obra de Shakespeare, autor que por entonces era prácticamente desconocido en España, y del que realizaría la primera traducción de Hamlet, la que predisamente estos días se puede ver en el teatro María Guerrero de Madrid. Luego continuó viaje por los Países Bajos, Alemania, Suiza e Italia, desde donde regresó a España a finales de 1796. En 1878 tradujo Hamlet, la primera versión española directa del inglés. Murió en París un mes después de que Goya muriera en Burdeos. Está enterrado en el cementerio de Père Lachaise, entre Voltaire y La Fontaine.

En su época, la obra levantó un enorme revuelo, así que en una Advertencia introducida en 1825 a la edición de la obra en París, el autor escribió para defenderse: «Esta comedia ofrece una pintura fiel del estado actual de nuestro teatro, pero ni en los personajes ni en las alusiones se hallará nadie retratado con aquella identidad que es necesaria en cualquier copia, para que por ella pueda indicarse el original. Procuró el autor, así en la formación de la fábula como en la elección de los caracteres, imitar la naturaleza en lo universal, formando de muchos un solo individuo.»

El amargado e hipercrítico don Pedro recomendará al novel autor aspirante a la fama: «Díganle que el teatro español tiene de sobra autorcillos chanflones que le abastezcan de mamarrachos; que lo que necesita es una reforma fundamental en todas sus partes; y que mientras ésta no se verifique, los buenos ingenios que tiene la nación, o no harán nada, o harán lo que únicamente baste para manifestar que saben escribir con acierto, y que no quieren escribir». Algunos lo dirían también hoy día.

Al final, el rico ilustrado adoptará al inteligente joven a su servicio como escribano desilusionado para siempre de veleidades literarias, y lanzará el más descomunal panfleto que oirse pueda en estos tiempos contra cualquier incorporación de la mujer, más allá de los fogones, a la ilustración que propugna. Y es que, en este segundo centenario de 1808, cuando parece que los buenos ahora son los malos de entonces, deberíamos convenir en que ni todos los afrancesados eran progresistas ni todos los progresistas eran afrancesados.

El texto completo de la obra.

LA COMEDIA NUEVA O EL CAFE
de Leandro Fernández de Moratín
Compañía Nacional de Teatro Clásico
Teatro Pavón
Del 12 de diciembre al 25 de enero
Funciones: miércoles a sábados 20.00 horas;
martes, domingos y festivos 19.00 horas;
lunes descanso; jueves, descuento del 50%.

Gira
Cádiz: 19-21 de noviembre de 2008
Cáceres: 4 de diciembre de 2008
Madrid (Teatro Pavón): Diciembre 2008 – enero 2009
Logroño (Teatro Bretón): 6 y 7 de Febrero 2009
Lugo (Muestra de teatro Clásico): 1 de Febrero 2009
Orense : 14 de febrero
Barakaldo: 20-22 de febrero
Huesca: 28 de febrero de 2009
Valencia (Teatro Musical): Marzo 2009

Equipo

ASESOR DE VERSO: VICENTE FUENTES
ILUMINACIÓN: JUAN GÓMEZ CORNEJO
VESTUARIO: JAVIER ARTIÑANO
ESCENÓGRAFO: JOSÉ LUIS RAYMOND
VERSIÓN Y DIRECCIÓN: ERNESTO CABALLERO

Elenco

Aníbal / Don Hermógenes: Vicente Colomar
Don Serapio / Luso / pregonero: David Lorente
Doña Agustina / Himilce: Yara Capa
Doña Mariquita / Hesione: Natalia Hernández
Don Pedro de Aguilar: José Luis Esteban
Don Antonio/ Senescal: Carles Moreu
Pipi / pregonero: Iñaki Rikarte
Don Eleuterio / Tago: Jorge Martín

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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