Lo están consiguiendo: adiós a Radio Clásica

El mes pasado publicamos con la mejor de las intenciones nuestra opinión sobre el cambio de programación en la histórica Radio Clásica aportado por su nuevo director. Nos parecía errónea en sus líneas generales, erróneo el planteamiento inspirador de la misma, erróneos buena parte de los cambios y relevos.

Que algo grave pasaba, lo demuestra el eco registrado por nuestras inexpertas palabras. Era la primera vez que abordábamos el tema, lo hacíamos como simples oyentes, y lo numeroso y coincidente de los comentarios a la misma, demostraban efectivamente que existía cierto clamor de protestas bien razonadas.

Era el 2 de septiembre. Decíamos: ‘Radio Clásica peligra. La nueva programación de Radio Clásica es espantosa: se ha llenado de locutores que no paran de hablar, y la música escasea. Todo lo contrario a como debería ser. Por vez primera en muchos años, he tenido que recurrir a mis CD’s y cerrar la boca a una compañera fiel, querida y respetada, que me ayudaba generosamente en mis jornadas de trabajo, que me permitía escribir y pensar en compañía, que era un auténtico milagro en estos tiempos que corren: buena, bonita y más que barata, gratis’. Son 44 hasta el momento los comentarios recibidos, y bien merecen la pena de ser leídos en su diversidad y coincidencias.

Armado de la mejor voluntad, perdí no poco tiempo intentando encontrar una forma de hacer llegar las críticas a los responsables de la emisora, pero la página de Radio Clásica en internet es una de las peores del mundo en su género, y carece absolutamente de cualquier interacción con los oyentes. Pero encontré finalmente una dirección de correo electrónico – [email protected] – y les mandé el siguiente mensaje el día 6 de septiembre con nuestro artículo y los comentarios al mismo recibidos hasta ese momento:

‘Estimados amigos, les recomiendo que echen un vistazo a estas opiniones de sus oyentes; creo que reflejan cierto malestar con los últimos cambios. Me gustaría también hacer llegar un pequeño cuestionario al director sobre el tema. Indíquenme el procedimiento. Un saludo cordial’.

No hubo, no ha habido respuesta razonada. La única respuesta del ‘alguien’ que leyó nuestro mensaje, fue colocar en nuestra información, que a estas alturas seguía recibiendo consenso, los únicos dos comentarios favorables a los cambios de Radio Clásica, redactados de tal forma y amparados de tal manera en el anonimato, que todo indicaba que eran inspirados o directamente escritos por ese ‘alguien’.

Ha pasado el tiempo; el problema, lejos de despejarse, se ha agudizado. Hoy, estoy oyendo una vieja cinta de Linda Rondstad; ayer puse cosas de Schubert y Mozart, de Brian Eno y Liz Story. Quito la radio en cuanto llegan las diez de la mañana y me machacan con ‘Lo que hay que oir’; por las tardes no puedo con el programa del señor director ni con su ocurrencia verborreica de ‘Té para tres’. Los nuevos locutores pecan de bisoñez e inexperencia, lo cualo es disculpable. Lo grave, es que el formato de sus programas les obliga a hablar y hablar, a entrevistar y entrevistar, a publicitar y publicitar, lo que hace más patente sus deficiencias. No sólo los nuevos programas tienen menos calidad, sino que las trasmisiones en directo comienzan también a sufrir seriamente: la presentación de la del estreno mundial de La Celestina, fue lamentable. Y la autopromoción es invasora, por no hablar de los interminables anuncios de la cadena cinemtográfica Yelmo, cuyas transmisiones de ópera huelen a negocio privado con cobertura pública.

Quizás debería haber una campaña seria de oyentes y ex oyentes dirigida al responsable desde 2007 de Radio Nacional de España, Santiago González, de 37 años de edad, (que es quien ha nombrado al nuevo director de Radio Clásica), el cual ya anunciaba entonces: ‘En esta nueva etapa, RNE debe hacer un esfuerzo por avanzar en paralelo a los gustos por la radio de muchos oyentes que vienen marcando un relevo generacional que también ha afectado al medio’.

Quizás también habría que escribir al Presidente de la Corporación RTVE, Luis Fernández, que declaraba querer dar un nuevo impulso a Radio Nacional de España ‘con el fin de conquistar nuevos públicos y mejorar su audiencia’: «Queremos una RNE muy pegada a la calle, con toda la tensión que requiere y que permite este medio. Las distintas cadenas de Radio Nacional tienen unas posibilidades inmensas de crecimiento y de desarrollo que queremos abordar con todo el entusiasmo y toda la dedicación’.

Pero la Corporación Radiotelevisión Española (RTVE) publica un directorio en www.rtve.es, en el que no figuran los nombres de éstos ni de otros responsables, y sólo figuran además las direcciones postales de los organismos. Inconcebible. Es indignante que estos directivos vivan blindados frente a cualquier posibilidad de que los ciudadanos les hagan llegar sus opiniones y quejas, que a estas alturas no publiquen direcciones de correo electrónico donde su secretaría atienda al pueblo soberano de quien como funcionarios dependen. Sólo figura el correo – [email protected] – de la Dirección de Comunicación de RTVE, nombre rimbombante que oculta un departamento de Relaciones Públicas posiblemente más preocupado por el autobombo y la censura, que por cursar quejas y sugerencias.

Quizás debiéramos luchar por impedir lo que empieza a parecer voladura controlada desde dentro, su conversión en una amorfa y diletante emisora ‘light’ que será finalmente cerrada al cabo de no muchos años. Quizás sea demasiado triste refugiarse en la música enlatada por uno mismo. Quizás el adiós a Radio Clásica pueda convertirse en un hasta la vista.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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