Humanos perrunos y paz perpetua, por J.C.Deus

La obra es valiente al acometer un gran problema de nuestra época. Su principal acierto es la idea de partida, una oposición de perros policía a la que optan un culto, un cachas y un cheli. Es decir, uno que sabe quien es Blaise Pascal, uno al que nadie ha enseñado a reflexionar, y un listillo de los que tanto abundan, que se creo saberlo todo, y no tiene ni puta idea. El principal defecto, son los parrafones de tesis, los personajes caricaturizados, el abordar el tema de forma explícita. Los actores están bien, mejor cuando actúan como perros que cuando hablan como humanos. La escenografía es correcta, aunque sabe a poco. La obra tiene un nivel notable. No es el panfleto buenista que uno se temía, y puede aportar algo positivo al espectador.

Esta pieza dramática de dos horas de duración es recomendable sin llegar a ser excepcional. En ella, funciona todo, sin llegar a ser asombroso. Es, digamos, una correcta pieza de oficio, que se queda corta si se aspira a la excelencia, y resulta larga si se parte del contexto. Por tanto, notable alto y esperanzado en ulteriores progresos.

Juan Mayorga, un madrileño de 43 años, parece ser el niño bonito de la dramaturgia española, hoy invitado de honor del Centro Dramático Nacional. ‘Fue Gerardo Vera quien me desafió a escribir un texto teatral sobre el terrorismo. Acepté no porque me pareciese un asunto fácil, sino precisamente por lo contrario, porque no sabía cómo abordarlo. Durante meses me torturé buscando un camino para abordar ese complejísimo tema, que es el tema de nuestro tiempo. Un camino que fuese específicamente teatral y que evitase reproducir lo que hallamos cada día en la televisión y en los periódicos. Un día imaginé unos personajes y una situación que me parecieron interesantes: perros que compiten por un puesto en un equipo antiterrorista de élite. Perseguí esa situación y esos personajes hasta componer La paz perpetua, una obra que finalmente no habla tanto del terrorismo
como de lo que sus enemigos podemos y lo que no podemos hacer para combatirlo. Los candidatos son un pastor alemán, un rottweiler y un perro de laboratorio, cruce de varias razas. El concurso-oposición consta de prueba práctica, test psicotécnico y entrevista personal. Todo para elegir al mejor, al más útil en el combate contra la terrible amenaza. Acaso también para examinar al espectador. Ojalá La paz perpetua, además de entretener, dé que pensar y que discutir’.

En lugar secreto, tres perros compiten para conseguir el codiciado collar blanco y con él la distinción de perro antiterrorista de élite, «una profesión con mucho futuro». A través de las sucesivas pruebas a las que son sometidos, trasciende uno de los dilemas éticos de las sociedades occidentales actuales. ¿Qué es primero, derechos o deberes? Cómo impedir que la libertad se vuelva libertinaje. Cómo asegurar la ley y el orden. Y concretamente, en el contexto de la sibilina cuarta guerra mundial declarada por el yihadismo internacionalo contra la democracia occidental, contra un arma tan terrible como el terrorismo suicida, contra los fanáticos mejor preparados de la historia, cómo obtener sus secretos y confesiones en los interrogatorios. Cuál es el limite de la presión policial sobre un detenido. Qué hacer cuando se sabe que sólo la presión física y mental, es decir, la tortura en palabras llanas, permite vencer. ¿Se puede torturar, hasta que punto se puede, o no se puede en absoluto?

El tema es ambicioso y Mayorga lo aborda con criterio y conocimiento, lo cual es laudable en un ambiente de tontuna como el que contamina la vida intelectual española. El tema no tiene respuesta y la obra no la da, por más que su título y otros guiños intenten componendas con el público para no ser considerado ‘de los otros’, del enemigo de la mayoría correcta que ha decidido que la intervención militar en Irak es horrible, mientras que la destrucción de Yugoslavia fue apropiada, que condena Abu Graib y Guantánamo mientras deja encendidas todas las luces de casa, que dice no a la guerra por petróleo, mientras no podría vivir sin él. Un tema realmente capital, que supera el limitado objetivo de esta obra.

A Juan Mayorga le gustan los humanos animalescos, las fábulas a lo Lafontaine y a lo Esopo, pues ya hizo ‘Últimas palabras de Copito de Nieve’ y ‘La tortuga de Darwin’. Licenciado en Matemáticas y doctorado en Filosofía, una envidiable formación bifronte. Ha escrito un ambicioso ‘Revolución conservadora y conservación revolucionaria. Política y memoria en Walter Benjamin’ (Anthropos, Barcelona, 2003). Después de ejercer un tanto de profesor de matemáticas, desde 1998 trabaja en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid. Su obra teatral ha sido traducida a siete idiomas. Premio Nacional de Teatro 2007 «por su decisiva contribución
como hombre total de teatro a la presencia constante de la dramaturgia española contemporánea en los escenarios españoles e internacionales y por su profunda implicación en el proceso generador de los espectáculos de los que es autor y adaptador». Con anterioridad a La paz perpetua, en la presente temporada ha estrenado La tortuga de Darwin (dir. Ernesto Caballero, Teatro de la Abadía). Recientemente ha realizado además las versiones de Un enemigo del pueblo y Rey Lear (ambas producciones del CDN con dirección escénica de Gerardo Vera) y Fedra (dir. José Carlos Plaza).

Sus estudios filosóficos le permiten citar a Kant y de Pascal, en fin cosas elementales que pueden dilucidarse a nivel de Google pero que impresionan a la orfandad de ideas dominante.

José Luis Gómez aporta la dirección teatral y la escenografía con el mismo notable alto que el autor. De 1964 datan sus primeros trabajos profesionales como mimo en Alemania. Después de su encuentro con Jerzy Grotowski en Wroclaw en 1971, regresa a España, donde produce, dirige y actúa en obras como Informe para una Academia de Kafka y Gaspar de Handke. Su interpretación en La resistible ascensión de Arturo Ui de Brecht y el laureado papel protagonista en la película Pascual Duarte marcan hitos en su carrera. En 1978, tras un periodo de estudios en Nueva York, asume la dirección del Centro Dramático Nacional con Nuria Espert y Ramón Tamayo, y dos años más tarde la del Teatro Español. En 1992 dirige en París La vida es sueño para el Théâtre de l’Odéon y al año siguiente Carmen para la Ópera de la Bastilla. Desde entonces se ha concentrado en la concepción, gestión y dirección del Teatro de La Abadía, que se inaugura en 1995. Tiene numerosas distinciones por toda su trayectoria: Premio Nacional de Teatro (1988); Cruz de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras en Francia (1997); y Cruz de Caballero de la Orden del Mérito de la República Federal de Alemania (1997).

Si usted entiende que el teatro sirve para ampliar nuestros conocimientos y no es mero entretenimiento, no debiera perderse esta paz perpetua. Porque la paz perpetua no es la paz de los cementerios, esa facilona coletilla de los que todo condenan en nombre de nada. La paz perpetua es la esperanza idealista de humanos sobrehumanos en que un día no lejano la deplorable especie humana llegue a ser humana de verdad y construya un sistema social justo, libre, radiante: el reino de dioooos santo en nuestra querida tierra.

LA PAZ PERPETUA
de Juan Mayorga

Del 24 de abril al 8 de junio de 2008
Teatro María Guerrero
C/ Tamayo y Baus, 4
28004 Madrid
Taquilla: 91 310 15 00

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Equipo artístico
Dirección José Luis Gómez
Escenografía José Luis Gómez
desarrollada por Silvia de Marta
Vestuario y caracterización Alejandro Andújar
Iluminación José Manuel Guerra
Espacio sonoro Javier Almela
Creación multimedia Álvaro Luna
Ayudante de dirección Luis Blat
Asistente de dirección Andrea Delicado
Ayudante de vestuario Carmen Mancebo
Ayudante de iluminación Eduardo García

Reparto (por orden alfabético)
Odín – José Luis Alcobendas
John-John – Julio Cortázar
Emmanuel – Israel Elejalde
Ser Humano – Susi Sánchez
Casius – Fernando Sansegundo

Producción del Centro Dramático Nacional
en colaboración con Teatro de La Abadía

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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