‘El espejo y la máscara’: retratos y retratos y retratos

José Catalán Deus

Para los que creen que la pintura ha muerto, el retrato habría muerto ya varias veces. Esta interesante, amena y sugerente exposición termina amedrentada ante la irrupción de lo virtual y postmoderno, con un Warhol que se desvanece en el laberinto de la reproducción interminable. Pero antes de este desafío, el retrato había recorrido los más intrincados vericuetos durante el siglo XX y por todos ellos -bueno, no todos, naturalmente- lleva esta gran exposición, grande por tamaño y grande por resultado, dividida en dos partes, como viene siendo tradicional en las instituciones que lo albergan.

La primera en el Museo Thyssen-Bornemisza y la segunda en la Fundación Caja Madrid, a un par de kilómetros una de otra, en el centro de Madrid. A través de Pablo Picasso, Vincent van Gogh, Paul Gauguin, Salvador Dalí, Francis Bacon o Andy Warhol aquí está la evolución del género del retrato durante el siglo XX. Se trata del primer estudio en profundidad sobre este género tradicional de la pintura que adquiere una importancia renovada en el arte internacional de la era moderna, dicen sus organizadores, y es que el retrato ocupa un lugar muy destacado en la obra de muchos de los artistas más importantes e influyentes tanto de las primeras vanguardias como de los diferentes movimientos de la modernidad.

145 retratos de 60 artistas diferentes, entre los que se encuentran todos los grandes nombres del arte moderno; añadamos a los anteriores, Cézanne, Matisse, Freud, Miró, Dalí, Giacometti, Modigliani, Kirchner, Munch, Nolde, Kokoschka, Balthus, De Chirico, Bacon, Grosz, Hockney, Malevich, Rousseau. La exposición se autotitula ‘el retrato en el siglo de Picasso’ y la sombea del malagueño ciertamente se hace omnipresente, y sus obras forman parte de casi todas las secciones en que está dividida.

Tras haber permanecido prácticamente inalterado durante siglos, el retrato rompe por primera vez con el compromiso entre el modelo y su imagen para ofrecer nuevas formas alternativas en función de la mirada personal del artista, de la aplicación y experimentación de los nuevos lenguajes plásticos, y de la transformación del individuo moderno, de los cambios en la forma de entender, mirar y representar al ser humano. En el retrato contemporáneo es el signo personal del artista el que establece los nuevos códigos y, en consecuencia, el género se hace polivalente: puede acercarse a modelos tradicionales u oponerse a ellos, puede penetrar identidades o falsificarlas, puede crear estereotipos pero también desvelar la fragilidad y vulnerabilidad del personaje representado.

A lo largo del siglo XX se produce una crisis de identidad del hombre moderno, así como de la confianza del arte en la verdad de sus imágenes. El arte debe ser algo distinto de la naturaleza, incluso antagónico con la idea de parecido que siempre ha sido la razón de ser del retrato. El recorrido de la muestra se plantea como una suma de criterios cronológicos y temáticos; desde el cambio del siglo XIX al XX, con un primer capítulo dedicado a la revisión del género a partir de los modelos establecidos por Cézanne, Gauguin y Van Gogh, para continuar con un completo repaso de los nuevos planteamientos estéticos del retrato en la modernidad, y concluir alrededor de los años 1980, un momento de recapitulación a través de la versatilidad del lenguaje pictórico contemporáneo.

Retratos, como el de Picasso de su amante Fernande cepillándose el pelo, el de Cezanne de su esposa Hortense, el de Modigliani de Antonia, el de Dalí de su padre, el de Kossoff de un Philip II bien prosaico. Decenas de retratos tan diversos como los humanos, tan iguales como eso. ¿Qué opinaron los retratados, cómo eran en realidad? Un trabajo de documentación -costoso sin duda- habría aportado aún más luz a la muestra hasta hacerla deslumbrante.

Pintores que pintan a otros artistas, como Paula Modershon-Beckett al poeta Rilke tan feo, como Diego Rivera a un Ramón Gómez de la Serna pletórico, como Balthus a un Miró y su hija Dolores tan modestos, como Kokoschka a Kraus, como Gargallo a Picasso, en un pequeño busto en bronce todo flequillo y mueca, y el de Dalí de Picasso ‘en el siglo XXI’, un exacto traducir de ese odio/amor que por él sentía.

Autoretratos como el de Matisse, pintando trajeado, el de Gosz ‘amonestador’, los de Beckmannn ‘con chaqueta azul’ o ‘con cortina roja’, el de Miró con cuatro trazos y un ojo rojo, el de Frida Kahlo ‘con collar de espinas’, los de Nussbaum ‘con mortaja’ y ‘con pasaporte judío’, o el de De Chirico con el busto de Mercurio y el de Grstl ‘con fondo azul’. Todos los estilos, mil variantes. Reseñable aparte por tierno y emocionante, el modesto y sepia autorretrato de un Antonio López en 1967 a partir de una foto oficial.

Se podía estar horas observando a estos 145 personajes, elucubrando en sus destinos, meditando en la inaprensible existencia. Pero hay que salir a la calle, reincorporarse a la pulsión cotidiana. Y entonces, andando por una calle cualquiera, uno comienza a observar los rostros de la personas que se cruza como nunca antes ha hecho. Es otra ‘exposición’, más exposición, más plural, más completa que cualquiera que podamos ver en un museo. El misterio infinito y eterno desfila. Mirar a la gente de la calle con un punto de interés, de atención, de simpatía, podría ser el temporal efecto de esta ‘El espejo y la máscara’. Ya es bastante.

SECCIONES DE LA EXPOSICIÓN

–Museo Thyssen-Bornemisza:

Ante el espejo

Arranca la exposición con dos de los pioneros del retrato moderno -Gauguin y Van Gogh-, los primeros que hicieron una verdadera reflexión sobre el género, retratándose principalmente a sí mismos. El autorretrato permitía al artista experimentar -en la soledad de su estudio, frente al espejo o utilizando la fotografía-, nuevas técnicas y lenguajes artísticos. Se incluyen también algunos autorretratos de Picasso o Munch.

Gesto y expresión

La necesidad de representar la psicología del retratado motivó un cambio radical en la expresión visual del retrato, acentuando aún más la importancia del gesto, la postura y la actitud o el movimiento del personaje representado como forma de comunicar un mensaje o un sentimiento. Los máximos representantes de este nuevo lenguaje los encontramos en la Viena de principios del siglo XX: Kokoschka, Schiele o Klimt.

Colores modernos

Siguiendo la estela de Van Gogh, los jóvenes expresionistas como Kirchner y Jawlensky, o los pintores fauves, como Matisse, Vlaminck o Miró, empezaron a otorgar un nuevo valor a la fuerza del color como medio para dotar al retrato de un aura simbólica, que elevaba al individuo a la categoría de “tipo”.

Máscaras de lo primitivo

Los retratos de Madame Cézanne, en los que el ser humano era despojado de la mirada, del habla y de toda elocuencia expresiva para convertirse en un auténtico monumento de piedra, junto a la influencia del arte primitivo, sirvieron igualmente de modelo a Matisse y Derain, pero también a artistas como Modigliani o Picasso, quien realmente acabó sustituyendo los rasgos individuales de la cara por una máscara de facciones abstractas, abriendo así definitivamente el camino hacia la consolidación del retrato moderno.

El espejo roto

Durante su etapa cubista Picasso y, detrás de él, otros artistas de la estela del cubismo -Braque, Gris, Severini-, sometieron a sus personajes a la fragmentación formal, aunque manteniendo la disposición vertical y la colocación de la figura propias de la composición del retrato convencional. Es un ejemplo más de cómo los nuevos lenguajes artísticos de las vanguardias se van imponiendo al compromiso figurativo del retrato, y relegan a un segundo plano la identidad de los retratados, situándose ya a un paso de la abstracción.

Retrato de la sociedad

Tras la I Guerra Mundial, muchos artistas que habían participado en los grupos de vanguardia se proponen una vuelta a la figuración, que significó no sólo la recuperación de la imagen del retratado, sino también de ciertas convenciones del género que habían sido eliminadas. Así lo muestran los numerosos retratos realizados en el período de entreguerras, de nuevo muy particularmente, por Picasso; pero este retorno a un cierto clasicismo en el género lo vemos también en la obra de Matisse, Dalí o Lipchitz. En esos mismos años, otro grupo de artistas -Grosz, Beckmann, Dix, Schad, Balthus o Freud- trabajan el género recuperando la figuración y también el concepto de retrato de encargo, pero lo hacen con un nuevo enfoque: mostrar una imagen de la sociedad moderna a través de poses acordes con la inestabilidad de los tiempos.

Sueño y pesadilla

Los retratos simbólicos de Miró, Dalí, De Chirico o Frida Kahlo, son auténticas metáforas de los personajes; en ellos, las imágenes y las identidades de los sujetos reales se transforman, se disuelven y toman una nueva forma bajo la nueva doctrina de la imagen críptica del surrealismo. Este apartado incluye también algunos autorretratos de Käthe Kollwitz y Felix Nussbaum, en los que se refleja la pesadilla vivida ante la amenaza del nazismo.

–Fundación Caja Madrid:

Identidades metafóricas

El recorrido por las salas de la Fundación Caja Madrid comienza con un capítulo protagonizado por un importante conjunto de retratos realizados por Picasso -también alguna escultura- en los años centrales del siglo XX; junto a ellos, obras de Dubuffet, Giacometti o Antonio Saura que muestran distintas formas de interpretar el retrato mediante la distorsión de las figuras. A través de una profunda metamorfosis del cuerpo y del rostro, Francis Bacon representó plásticamente la alienación del hombre contemporáneo, su vulnerabilidad. En este apartado, las deformaciones carnales a las que Bacon somete a sus personajes se ponen también en relación con los retratos de artistas como Auerbach o Kossoff.

Arcilla humana

Los retratos de Lucian Freud y Stanley Spencer muestran su interés por la representación de la soledad de la existencia humana a través de un mismo motivo: la desnudez del retratado. Para Freud la carne es el elemento que materializa y define el retrato: “Quiero que la pintura funcione como si fuera carne para que mis retratos sean realmente de una determinada persona y no parecidos a ella”. Se incluyen también en este capítulo algunos retratos de Avigdor Arikha y de Antonio López, dos artistas igualmente interesados en la representación objetiva del cuerpo humano.

Instantáneas: Hockney/Kitaj – Sombras: Warhol

En el último tercio del siglo XX asistimos a una reinterpretación del retrato como consecuencia de la recapitulación y replanteamiento del género que realizan algunos artistas desde la versatilidad de los lenguajes pictóricos contemporáneos: David Hockney, Ronald B. Kitaj o Andy Warhol, muestran en sus retratos algunos de los mejores ejemplos de esta evolución y diversidad, cerrando con su estilo inconfundible el recorrido de la exposición.

DATOS DE LA EXPOSICIÓN

Título: El espejo y la máscara. El retrato en el siglo de Picasso

Fechas: Madrid – Museo Thyssen-Bornemisza y Fundación Caja Madrid: del 6 de febrero al 20 de mayo de 2007
Forth Worth (Texas) – Kimbell Art Museum: del 17 de junio al 16 de septiembre de 2007

Organizadores: Museo Thyssen-Bornemisza, Fundación Caja Madrid y Kimbell Art Museum

Número de obras: Total 180 obras (Madrid – 145; Forth Worth – 100)

Comisarios: Paloma Alarcó, conservadora de Pintura Moderna del Museo Thyssen-Bornemisza y Malcolm Warner, Senior Curator del Kimbell Art Museum

Audio guía: disponible en español, inglés y francés

Publicaciones: Catálogo (con ensayos de los dos comisarios y de Francisco Calvo Serraller, John Klein y William Feaver; editado en español e inglés) y guía didáctica

Página web: español e inglés

Ciclo de conferencias: El retrato en el siglo de Picasso. Del 7 de marzo al 9 de mayo de 2007. Director: Francisco Calvo Serraller: abordará el tema del retrato y de la identidad moderna; no sólo se analizará el género como tal, sino que se contará con la participación de destacados especialistas y creadores de otras disciplinas, como cine, literatura o filosofía. Ocho conferencias que tendrán lugar los miércoles a las 17:30 en el salón de actos. La matrícula podrá realizarse del 7 al 21 de febrero para estudiantes y Amigos del Museo y, a partir del 22 del mismo mes, para el público general.

INFORMACIÓN PARA EL VISITANTE

Museo Thyssen-Bornemisza. Paseo del Prado 8, 28014 Madrid.
Horarios y tarifas: de martes a domingo de 10.00 a 19.00 horas. La taquilla cierra a las 18:30h.
Exposición temporal: 5 € (Reducida: 3,50 € para estudiantes y mayores de 65 años).
Exposición temporal + Colección permanente: 9 € (Reducida: 5 € para estudiantes y mayores de 65 años previa acreditación).
Venta anticipada de entradas a través de la web del Museo y en el 902 400 222
Más información: 91 369 01 51 y www.museothyssen.org

Fundación Caja Madrid. Plaza de San Martín, 1, 28013 Madrid
Horario: de martes a domingo de 10.00 a 20.00 horas
Entrada libre
Más información: 902 246 810 y www.fundacioncajamadrid.org

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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