Es tan frecuente en hombres como en mujeres y se calcula que su nivel de incidencia ronda el 3% de la población adulta mundial

Trastorno bipolar: mitos y realidades

Todas las generalizaciones son falsas, incluida esta. -Mark Twain (1835-1910)

Trastorno bipolar: mitos y realidades

No hay dos personas iguales por mucho que tengan puesta la misma etiqueta diagnóstica. La experiencia personal hace a cada caso diferente, a veces incluso a un abismo de distancia.

Por ello nos permitimos aquí hablar de forma general con fines únicamente divulgativos.

El trastorno bipolar es una enfermedad mental grave que afecta al estado de ánimo, las cogniciones y la conducta de quien lo sufre.

Los desórdenes a estos niveles aparecen como resultado de un mal funcionamiento del cerebro con respecto a determinadas funciones, no son nunca el resultado de la voluntad o la mala intención de la persona. De nada sirve culpabilizarse o culpabilizar a alguien por sus manifestaciones.

Vivir con un trastorno bipolar es duro tanto para quien lo padece directamente como para todos los que le rodean, amigos y familiares.

Es tan frecuente en hombres como en mujeres y se calcula que su nivel de incidencia ronda el 3% de la población adulta mundial.

Es, en efecto, una de las enfermedades mentales más frecuentes.

El trastorno bipolar no desaparece por arte de magia, se trata casi de por vida, aunque sí es cierto que, en algunas ocasiones o periodos vitales, sus síntomas pueden ir pasando cada vez más desapercibidos.

También es cierto que pueden volver a manifestarse meses o años después y esto tampoco puede ser atribuido a la voluntad o a la falta de voluntad de la persona que lo padece.

Para quienes lo aprecian desde fuera la persona con trastorno bipolar oscila de manera considerable entre la miseria o infelicidad más profunda y un «incomprensible» estado de intensa euforia, pudiendo incluso llegar a pasar por estados mixtos en los que excitación y tristeza se entremezclan sin lógica ni razón que lo explique.

Desde el punto de vista del profesional que evalúa o trata este tipo de casos hablamos de episodio depresivo para catalogar, cuando reúne los requisitos para ello, ese periodo de infelicidad manifiesta que hunde a la persona en el ánimo negativo, la desmotivación y la desesperanza.

En cambio, hablamos de episodio maníaco para referirnos al estado que situamos en el polo opuesto a nivel afectivo, eses estado de euforia que puede llegar a ser caí desenfrenada. Otra forma más leve de manía puede llegar a ser diagnosticada como hipomanía.

Estos estados de ánimo tan dispares pueden llegar a manifestarse durante numerosas semanas antes de alternarse y son poderosamente intensos. Nada tienen que ver con un sencillo «cambio de humor» que se denomina más coloquialmente cuando alguien, por ejemplo, se vuelve iracundo de golpe.

El trastorno bipolar genera una afectación grave en los 3 niveles de respuesta de la persona (pensamiento, emoción, conducta) hasta el punto de interferir en sus relacione sociales, alterar su vida familiar y dañar su vida laboral.

Dependiendo del nivel de gravedad del trastorno en cada caso la persona puede verse seriamente dificultada o impedida en el desarrollo de las actividades cotidianas.

A causa de la estigmatización y la incomprensión social que aún hoy rodean la enfermedad mental, las personas que sufren este tipo de trastorno sufren, como consecuencia añadida a sus dificultades, las consecuencias del rechazo y el aislamiento social; con las implicaciones negativas que esto conlleva.

La mejor de las noticias es que los síntomas del trastorno bipolar pueden ser paliados con un tratamiento adaptado a cada caso y eficaz y que las personas que lo padecen pueden retomar las riendas de su vida y recuperar con algo de trabajo terapéutico y algo de esfuerzo personal las parcelas de vida perdidas o dañadas  por la enfermedad mental.

Las enfermedades mentales, como las físicas, no definen a las personas y por tanto nadie tiene derecho a juzgar a otro única y exclusivamente en base a esto. ¿Acaso se discrimina a los diabéticos? ¿O a los artríticos? ¿Por qué a los bipolares sí? Utilicemos la etiqueta en su justa medida, para el diagnóstico y poco más.

El trastorno bipolar, también llamado trastorno maníaco-depresivo, se asocia con importantes cambios de humor que van desde la depresión a la manía. Cuando la persona con este trastorno está en una fase depresiva, es posible que se sienta triste o desesperada y llegue a perder el interés o el placer en casi todas las actividades. Cuando su estado de ánimo cambia en la otra dirección, se puede sentir eufórica y llena de energía. Estos cambios del estado de ánimo pueden ocurrir sólo un par de veces al año, o con la frecuencia de hasta varias veces al día.

Los síntomas exactos del trastorno bipolar varían de persona a persona. Para algunas personas, la depresión causa la mayoría de los problemas, para otras, los síntomas maníacos son la principal preocupación. Los síntomas depresivos y los síntomas de manía o hipomanía (períodos de manía de baja intensidad) también pueden ocurrir al mismo tiempo. Esto se conoce como un episodio mixto.

Todos tenemos por naturaleza ciclos en nuestro humor y estado anímico.

Sin un motivo aparente tenemos temporadas o días un poco más alegres, y otras en las que nuestro tono vital es más bajo. Esto es completamente normal. Seguramente hayamos oído utilizar el término “bipolar” con un significado muy distinto al que utilizamos para designar este tipo de problemas “Mi padre es bipolar, cambia de humor cada 5 minutos”, “Javier es bipolar, nunca sabes como va a reaccionar cuando le dices las cosas”, “Mi novia es bipolar, lo mismo ríe, que llora en la misma conversación”, y en algunos casos, puede llevar a equívocos que se repiten en el tiempo de manera errónea, incluso en los medios de comunicación.

Aunque el trastorno bipolar es una condición clínica grave, la persona afectada puede llegar a mantener su estado de ánimo bajo control siguiendo un plan de tratamiento a largo plazo. En la mayoría de los casos, el tratamiento del trastorno bipolar requerirá  de un abordaje terapéutico que combine la medicación con el asesoramiento psicológico o la psicoterapia.

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Autor

Ana Villarrubia

Ana Villarrubia es Psicóloga Sanitaria, directora del centro sanitario 'Aprende a Escucharte', docente en la rama clínica de la psicología, escritora y colaboradora en múltiples medios de comunicación.

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