Estimado Santiago: Con mucha envidia leo tu artículo A Savater se la suda España. Y digo con envidia porque me hubiera gustado escribirlo a mí.
Afortunadamente no todo iba a ser malo en los tiempos difíciles que corren. Como siempre ha sucedido en períodos críticos de nuestra Historia, a rebufo de acontecimientos como los que se avecinan aparecen personas como tú, de nobles sentimientos e ideas claras, pluma brillante, rigor intelectual, amor a la Patria y valentía suficiente como para dar la cara y defender a España.
También yo fui uno de los traicionados por Fernando Savater. Primero cuando desertó del espíritu de Ermua. Después este verano, cuando desautorizó la manifestación convocada por la AVT, calificándola de «absurda». Cuando vendió su alma al diablo para justificar la actuación de Rodríguez Zapatero y su Gobierno contra la dignidad y la memoria de tantas víctimas de ETA, negociando con los asesinos que comercian con su sangre vilmente derramada como desvergonzada moneda de cambio para lograr sus objetivos: eludir la actuación de los Tribunales de Justicia, evitar el cumplimiento de las penas y pasar página.
España es nuestra Historia común. Nuestro milenario proyecto colectivo. Nuestra realidad, nuestro futuro y la tierra que cubre a nuestros muertos.
O sea, para imponer la vía del «diálogo». La carambola a tres bandas de un acuerdo político que ponga fin al terrorismo de ETA, excarcele a sus asesinos e impulse la negociación de la independencia de las Vascongadas como peaje inexcusable -chantaje miserable- para alcanzar la «paz» Mil muertos se revuelven en sus tumbas.
Por eso, no sorprende que diga que «se la suda España» y que «la idea de España es para fanáticos y semicuras». Es la voz de su amo. Su coartada intelectual. Es lo mismo que dice Zapatero, y los nacionalistas, pero sin tantos ambages identitarios y étnicos. Casi lo prefiero. Porque pone de manifiesto la verdad que oculta tras la farfolla intelectual y filosófica con la que, engañosamente, envuelve su pensamiento. Y su ignominia y cobardía, cubriéndose con la bandera de España como arma y como escudo para medrar, alimentar su egolatría y alcanzar un aura de nobleza, y al final, acabar pisoteándola.
España, Patria común e indivisible de todos los españoles, no nació en 1978. Tampoco es una abstracción jurídica. Ni se justifica con su Constitución, ni con la Monarquía. Ni es una herencia del franquismo. Ni consecuencia de la Transición democrática. Entre otras muchas cosas España es nuestra Historia común. Nuestro milenario proyecto colectivo. Nuestra realidad, nuestro futuro y la tierra que cubre a nuestros muertos. Aunque sea obvio, conviene recordarlo.
Muchas gracias por tu artículo, Santiago.
Un abrazo
(*) Post Scriptum. A propósito de VOX y de su imparable ascensión, recupero este artículo, que publiqué aquí y en otros medios de prensa en noviembre de 2005. Etarras aparte, no recuerdo que entonces nadie, tampoco el PP, tachara a Abascal de «ultra». Ni de fascista.