Por fin el Gobierno se ha decidido a aplicar el manoseado art. 155. ¿Para restablecer la Ley y el Estado de Derecho en Cataluña? ¿Para recuperar el orden social y la convivencia ciudadana? ¿Para revertir el daño de 40 años de odio nacionalista y conseguir que en Cataluña todos los ciudadanos sean libres e iguales? Pues va ser que no.
La aplicación auto limitada del art. 155, la auto imposición de seis meses de plazo para «recuperar la normalidad institucional y democrática», la implícita impunidad brindada a los golpistas si convocan elecciones –concesión inaceptable a un grupo criminal, con gravísimo riesgo, además, de fraude y manipulación electoral- son decisiones estúpidamente absurdas del presidente de Gobierno. Torpes y desleales. Engañosas y timoratas. Como el chascarrillo. Sí, pero no. Bueno, sí, pero sólo la puntita…
Para este histriónico viaje no se necesitaban tantas alforjas, aunque personalmente no me haya sorprendido nada. Estos son los hechos:
1.- Ningún miembro del «Govern» será encarcelado, ni siquiera detenido. El Código Penal seguirá sin aplicarse en Cataluña.
2.- Ni la Autonomía, ni el «Parlament» serán disueltos. Los 72 firmantes de la DUI, todos los golpistas, desde Puigdemont al último miembro de la CUP continuarán siendo aforados y miembros activos del «Parlament».
3.- Todos los golpistas sin excepción -como el resto de parlamentarios de la oposición- seguirán cobrando -vía Montoro- los sueldos que les pagamos todos los españoles. Lo mismo que a Trapero y sus esbirros. Así «castiga» el Estado a quienes se ciscan en la Constitución y el Estado de Derecho.
4.- Implícitamente se otorga impunidad a los golpistas. Si convocan elecciones antes de que el Senado apruebe el 155, se paraliza su aplicación, unas risas, y aquí no ha pasado nada. Ponemos los relojes a cero, como ha dicho Soraya, y proseguimos el «diálogo». Delirante.
Esta es la “durísima” decisión del Gobierno. Esto es lo que hay. Traición y mofa al pueblo español y a su Rey.