La navegación es un problema técnico y un arte. Para navegar lo primero que necesitamos es conocer nuestra posición en la mar: longitud y latitud mediante el cronómetro y el sextante, y la brújula o compás si queremos situarnos respecto de referencias terrestres conocidas. La posición de las estrellas sólo es un medio de fortuna, muy valioso -si no hay nubes- cuando falla todo los demás.
Luego, es fundamental saber adónde queremos ir. Situar nuestro destino en la carta y fijar el rumbo a seguir (a veces no es único: su selección depende del estado de la mar, los vientos, las corrientes, los conocimientos y la experiencia del capitán).
Necesitamos también motor -o velas y vientos favorables- y un buen piloto al timón para que nuestro barco siga el rumbo establecido. Sin olvidar al resto de la tripulación -motivada, disciplinada y bregada en las artes naúticas-, indispensable para materializar las órdenes del capitán y afrontar con seguridad y garantía de éxito la travesía en un medio hostil, como es la mar.
Siendo la navegación un problema técnico y un arte, se necesitan conocimientos, ideas, equipo y trabajo. Sobran la charlatanería y los buenos deseos, que se dan por supuestos. Nadie quiere naufragar. Supongo que se entiende la metáfora.