¿Todos somos Charlie Hebdo?

Pues va a ser que no. No todos somos Charlie Hebdo. Veo en televisión al Sr. Fernández, todavía ministro del Interior. Recita otra de sus homilías acomodaticias y demagógicas -esta vez sobre el yihadismo- y se me abren las carnes. El mismo que hace unos meses desautorizó la labor de la Guardia Civil en las fronteras de Ceuta y Melilla y cesó al coronel que las mandaba. El mismo que en aplicación de la doctrina Parot y las directivas europeas justificó la ex carcelación masiva de los más sanguinarios etarras, violadores y criminales en serie. Ese mismo que ahora muestra «nuestro apoyo decidido e inquebrantable a la causa de la democracia y frente al terrorismo islámico».

Eso pontifica con aire cansino el ministro del Interior del partido político que gobernaba España aquel inolvidable 11-M de hace ya 10 años, cuando la muerte y el horror anegaron en Madrid los trenes de Atocha: la masacre terrorista más espeluznante de la Historia de Europa -192 muertos y más de 2000 heridos-. Una fecha, y unas víctimas del terror que todos los partidos políticos de España, con el PP a la cabeza, han dado por amortizadas. Se nombra a un juez «ad hoc», Gómez Bermudez. Se designa a una fiscal, Olga Sánchez, aquella de «¡ha sido Goma 2 Eco y vale ya!» como argumento inapelable para determinar el arma del crimen. Ni autores intelectuales, ni materiales. Ni organizadores, ni inductores, ni mecenas, ni cooperadores necesarios. Un minero asturiano y un morito de Lavapiés urdieron la trama que ensangrentó España, derribó a un Gobierno y aupó a otro sobre una montaña de cadáveres. Treinta y cuatro mil años de cárcel para el ex minero y cuarenta y dos mil para el morito, y vale ya. Asunto arreglado.

Pero ahora todos nuestros políticos sacan pecho. Ahora Hollande no es el asesino, ni el mentiroso. Ahora no es la guerra de Iraq la causa de la masacre en Francia. Ahora la izquierda no recorre las calles de España gritando no a la guerra. A día de hoy, nadie se atreve a cuestionar la legalidad de la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad franceses en defensa de la República. En defensa de l’egalité, la fraternité et la solidarité de todos sus ciudadanos, abatiendo a unos asesinos depravados. Ahora PSOE y PP se unen y Rajoy y Sánchez recorren de la mano las calles de París desde la Plaza de la República hasta la de la Nación para condenar el terrorismo islámico. Justo lo contrario de lo que ellos -y el resto de dirigentes políticos españoles- hicieron aquí tras la terrible jornada del 11-M. ¡¡Qué cinismo!!

No sé si las comparaciones son odiosas, pero a poca memoria que se tenga resultan obvias. Por eso, y como homenaje a nuestros muertos, vuelvo a editar un artículo que publiqué hace 10 años.

La tinta del calamar
(PSOE vs J.M. Aznar)

Estaban eufóricos. La campaña de emponzoñamiento de la opinión pública que les llevó al poder tras la terrible masacre del 11-M, había sido un rotundo éxito. Ahora había que diseñar el exterminio del adversario político. Por eso admitieron de mala gana la comisión de investigación. Las responsabilidades políticas ya las habían depurado los españoles en las urnas, y las penales eran cosa de los tribunales de justicia, repetía sin pudor Rasputín Rubalcaba a los medios polanquistas, y a las radios y a las televisiones públicas de la camarada Caffarel.

Por otro lado, la nueva Ejecutiva popular tampoco estaba entusiasmada con la idea de impedir el sacrificio de José María Aznar. Cuenta Isabel San Sebastián que en la noche de la derrota popular, Rajoy no pudo dejar de reprochársela a Aznar: «¡Tú y tu guerra!». Injustas palabras -y muy torpes además-, al olvidar que no solo heredó de Aznar el liderazgo en su partido, sino también los 10 millones de votos que la derecha sociológica española le prestó al ex presidente el 14-M como refrendo expreso a su gestión política y económica, incluida la guerra de Iraq. Quizás pensaban -ingenuamente- que entregando el ecce homo al sanedrín socialista y a base de buen rollito parlamentario y mediático -la oposición dialogante y divertida prometida por Rajoy- podrían recuperar el Gobierno.

La comisión no indagaría la verdad de los atentados que habían ensangrentado España; sus autores, instigadores y promotores. Solo habría cortinas de humo para ocultar los terribles sucesos del jueves negro. Tampoco revelaría la abyecta instrumentalización política de la tragedia que provocó el vuelco electoral. No importaban las víctimas, ni sus familias. Ni la justicia. Había que pasar página.

Afortunadamente la prensa libre y la presión ciudadana truncó esta estrategia. Y en contra de lo previsto, la comisión empezó a dejar en evidencia los enormes agujeros negros del 11-M. Todo un universo de contradicciones, traiciones, incompetencias y mentiras que han puesto al descubierto la estrategia de acoso y derribo al Gobierno de Aznar tras la masacre. Y que animaron al PP -empujado por sus bases-, a cambiar de rumbo. El Gobierno anterior no mintió, pero gestionó mal la crisis, y fue incapaz de impedir los atentados. Para eso no hacía falta ninguna comisión de investigación. Lo mismo que para afirmar que el Gobierno socialista mintió entonces y miente ahora. Y que desgraciadamente, transcurridos los primeros 100 días de su mandato, tampoco está en condiciones de evitar que la tragedia se repita.

En vista de que pintan bastos para los socialistas, temen que Aznar comparezca ante la comisión. En un acto de cinismo sin igual, López Garrido anuncia que no van a autorizar la comparencia de Aznar ante la comisión. Quieren proteger su estatus como ex presidente y preservar la imagen de la institución presidencial. Rodríguez Zapatero lo corrobora. Estupor general, excepto para Rasputin Rubalcaba.

¿Qué hacer entonces? No se puede permitir que terminen los trabajos de la comisión sin haber noqueado al PP. Producciones Rubalcaba se pone a la tarea y encuentra la solución. Hay que hundir a Aznar. Le quieren jubilado y silente. Sordo, ciego, manco y mudo. Comienza la operación calamar. El ex presidente de Gobierno ya está acusado de asesino y mentiroso. Además se ha entrevistado con Bush y Rumsfeld sin nuestro permiso. Es desleal, provocador y lenguaraz. Pobrecito Rajoy, qué cruz le ha caído encima. Se atreve a expresar su opinión en unos cursos de verano: quiere hundir a su partido. ¿Qué más nos queda? Hay que soltar mucha tinta, hay que desviar la atención pública para facilitarnos la huida de una comisión que se está poniendo peligrosa. ¡Eureka!. Es un ladrón: se ha quedado con documentos secretos del CNI. Y además es un corrupto: se ha comprado la medalla de oro del Congreso de los Estados Unidos por dos millones de dólares. Qué actúen nuestros tribunales. ¡Es un canalla!

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Autor

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

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