Dijo la sartén al cazo: apártate que me tiznas. González Pons, vicesecretario de Estudios y Programas del PP. Este es el fulano que hoy, en Valencia, ha llamado a voz en cuello hijos de puta a los presuntos maltratadores. De mujeres, naturalmente. »Ni un hijo de puta más puede tocar a una mujer», ha dicho. Un machote. El mismo que ha anunciado 1.539 millones de euros para la «lucha contra la lacra». La machista, por Dios. ¿Es que hay otra?

Esteban Gozález Pons, otro guay del PP todavía no imputado por ningún juez. Otro político desvergonzado. Otro cobarde que calla como un muerto la otra tragedia de los varones asesinados por sus mujeres, una verdad gallardamente silenciada por toda la casta política desde el año 2007. Otro cómplice de la desigualdad y la injusticia que sufren a diario 400 varones -encerrados preventivamente en un calabozo, injustamente alejados de sus hijos, falsamente denunciados por mujeres sin escrúpulos-. Cuatrocientas víctimas propiciatorias -que nadie reivindica- como ofrenda diaria en el altar de la LIVG, ley integral de medidas contra la «violencia de género». Una ley miserable.

Otro valiente que jamás utilizará tal contundencia oratoria -y mucho menos propondrá la aplicación de una sola de las 258 medidas aprobadas contra los «maltratadores de género»- a Bolinagas, 11-Emes, De Juanas, Trotiños, Terneras, Faisanes, Mafos, Mases, Correas o Eres. Ni a Bárcenas, Ugetés, Gordillos, Pepiños, o Rubalcabas. Ni a Rafitas, ni Carcaños, ni demás criminales en serie. Ni, por supuesto, a las falsas denunciantes sin escrúpulos. Ni a Ana Mato, la ministra de la cosa. La que reivindica, indignada, la presunción de inocencia para sí mientras la niega absolutamente a millones de varones españoles, culpables por el mero hecho de serlo.

¿Hijos de puta? Vale. Pero, ¿quienes son los verdaderos hijos de puta?