Voluntariamente he querido mantenerme alejado del penúltimo proceso secesionista catalán para hablar con perspectiva. Aparte que el nacionalismo, en general, me aburre.
¿Por qué al día siguiente de la manifestación pro independentista catalana -esa que dicen tan multitudinaria- no nos hemos manifestado, por ejemplo, 20 millones de españoles -catalanes y no catalanes- contra este insulto colectivo a la «Patria común e indivisible de todos los españoles»? ¿Quién mueve a las masas? ¿Con qué intereses? ¿Con qué fines? ¿Por qué unos siempre alardean y otros siempre callan? La respuesta, creo, es obvia. Depende del pastor.
Ésto es así porque que en este país la palabra, colectivamente hablando, no es libre. O no es independiente. O, simplemente, no existe. La corrección política es como el balar de un rebaño. Depende del pastor.
Más claro: ¿Cuántos millones de ciudadanos se habrían echado a la calle si Rajoy, o Rubalcaba -o cualquier otro «líder» de la casta política-, incluso el rey cazador, hubiera caldeado los ánimos y solicitado -y amparado con medios públicos- una gran manifestación nacional contra el separatismo catalán? Muchos, sin duda. ¿Su número? Depende del pastor.
¿Entonces…? Téngase en cuenta el sabio proverbio chino, o de donde sea: perro (pastor) no come carne de perro (pastor). Fin del proverbio.