El honor de un general (¡Hasta ahí podíamos llegar!)

«El oficial cuyo propio honor y espíritu no le estimulen a obrar siempre bien, vale muy poco para el servicio (…) el contentarse regularmente con hacer lo preciso de su deber, sin que su propia voluntad adelante cosa alguna, y el hablar poco de la profesión militar, son pruebas de gran desidia e ineptitud para la carrera de las armas».

Así resumían las Ordenanzas de Carlos III (1768) las virtudes castrenses que debían adornar al Oficial. Y así las recoge textualmente el artículo 72 de la Ley 85/1978, de Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas, en vigor desde su aprobación por el Congreso y Senado, y posterior sanción Real, el 28 de diciembre de 1978.

En el paleolítico castrense, o sea antes de que Rodríguez Zapatero se encaramase al trono monclovita y desde su púlpito nos prometiera el gozo de su «democracia ejemplar» -la del falso talante dialogante, el consenso sectario en contra de los intereses generales y el absoluto desprecio a las libertades-, los altos mandos militares, la cúpula militar, como ahora se dice-, tenía además de sus misiones específicas la función esencial de puente entre el poder político y las aspiraciones, las inquietudes, o las quejas de los militares bajo su mando. Como corresponde a un sistema jerárquico, cada jefe era el mejor representante sindical, o el más leal abogado laboralista de sus subordinados.

Ahora, en un viaje de vuelta, parece que la cúpula militar -el Mando-, ya no debe trasmitir el estado de opinión de sus subordinados. Ni velar por sus intereses, ni por su moral. Ni informar de sus preocupaciones, ni las de la sociedad de la forman parte. Ahora -sálvese quien pueda-, el Mando debe modular sus propias aspiraciones y proclamar, alborozado, las opiniones, las inquietudes y los deseos del ministro Bono, aplicando a sus subordinados el tormento de su verborrea y su insufrible adoctrinamiento político.

Así se explica que no se tengan noticias de que los anteriores JEMAD, JEME, JEMA o AJEMA trasmitieran a Bono el malestar, el desconsuelo y hasta la vergüenza que han sentido amplios sectores de las Fuerzas Armadas tras nuestra ignominiosa retirada de Iraq, dejando en la estacada a sus aliados de las Fuerzas de la coalición internacional. Ni sus quejas por la perversa instrumentalización política que hizo Bono del desgraciado accidente del Yak-42, ni sobre sus abyectas acusaciones en el Congreso contra del anterior Estado Mayor de la Defensa, Aznar y su Gobierno. A lo mejor por eso Bono, siempre tan cristiano, nada más aterrizar en el ministerio de Defensa decapitó a la anterior «cúpula». Para evitarle sufrimientos inútiles.

Nombrada su cúpula, prietas las filas, con un zalamero JEMAD -Félix Sanz Roldán- a la cabeza, todo estaba atado y bien atado. Y en esto llega el teniente general Mena Aguado, Jefe de la Fuerza Terrestre y número dos del Ejército, y se le ocurre «dar la cara» por su gente. Tiene el general la desfachatez de recurrir a la Constitución, no al caballo de Pavía. Y va y transmite oficialmente, en un acto castrense, con luz y taquígrafos, ante autoridades civiles y militares, el estado de opinión, el sentir y la preocupación de sus subordinados por la gravísima deriva -el adjetivo lo pongo yo, y conmigo muchísimos españoles más- que para el rumbo del Estado supone el Estatuto de Cataluña. Y se arma la de Dios es Cristo. ¡¡Hasta ahí podíamos llegar!! que diría, pleno de ardor democrático, el todavía ministro de Defensa, compendio enciclopédico de todas las hipocresías y de todos los cinismos imaginables.

Es igual que el general Mena haya dicho lo mismo (aunque se le haya entendido bastante mejor) que lo que ha repetido el Rey hasta tres veces desde que el Congreso admitió a trámite el Estatuto de Cataluña. O lo que dijo el mismísimo José Bono en la Academia de Infantería de Toledo. O cuando, sólo cuatro días después de que el Parlamento catalán aprobara el proyecto de Estatuto, advirtiera el JEMAD, teniente general Sanz Roldán, que entre los militares existe «un gran interés» -curiosa descripción la del Jefe del Estado Mayor de la Defensa- para que España «siga siendo patria común e indivisible». Los nacionalistas catalanes, siempre atentos, armaron un gran revuelo. El ministro y bachiller Montilla, indignado, trató de descalificar las palabras del JEMAD, pero entonces Bono salió en su defensa argumentando que los militares «no son mudos ni podemos tampoco taparles la boca». ¡Qué sarcasmo, Sr. Bono!

Aquellas declaraciones del ministro de Defensa en TVE que han puesto de manifiesto el valor, tan cambiante, de su palabra no tienen desperdicio. Dijo Bono entonces:

«Aspiro a decir cosas que tengan sentido común, y dije, y desde luego reitero, que yo no puedo sentirme molesto porque un militar coja la Constitución, la lea y la defienda. Lo que me preocuparía es el militar que no quiere leer la Constitución porque está en contra de ella. Aquí en este país nos ha preocupado siempre cuando los militares no han sido constitucionalistas. Pero claro, que los militares se declaren defensores de la Constitución, pues sólo faltaría que les arrestara el ministro de Defensa por defender la Constitución, la igualdad, por defender los valores constitucionales. ¡¡Hasta ahí podíamos llegar!!»

Claro que entonces todavía no se había materializado, al menos públicamente, la traición de Rodríguez Zapatero a la soberanía nacional. Ahora, por el contrario, las palabras del teniente general Mena han provocado su juicio sumarísimo y su unánime fusilamiento, político y mediático. Sólo faltaría que la sociedad española saliera de su letargo, que las instituciones del Estado, bajo el mandato del pueblo soberano, reaccionasen haciendo algo en su defensa y que pusieran en riesgo el tan largamente acariciado proyecto separatista catalán. Precisamente ahora que, protegidos por ZP y de la mano de Rubalcaba, en secreto y al margen del Parlamento, estamos a punto de acordar cómo aniquilamos la nación española, como la colonizamos y como nos repartimos sus despojos. ¡¡Hasta ahí podíamos llegar!!

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Autor

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

Antonio Cabrera

Colaborador y columista en diversos medios de prensa, es autor de numerosos estudios cuantitativos para la Dirección General de Armamento y Material (DGAM) y la Secretaría de Estado de la Defensa (SEDEF) en el marco del Comercio Exterior de Material de Defensa y Tecnologías de Doble Uso y de las Relaciones Bilaterales con EE.UU., así como con diferentes paises iberoamericanos y europeos elaborando informes de índole estratégica, científico-técnica, económica, demográfica y social.

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