(PD).- «Yo también, como Sarkozy, voto a Felipe González para que sea presidente de Europa. Y Mariano Rajoy debería sacudirse la pereza genovita y sumarse a la posición del presidente francés a favor del político más importante que ha dado el siglo XX español, como Cánovas del Castillo lo fue en el siglo XIX«. Luis María Anson muestra un estusiasmo por Felipe, ese «hombre de Estado», que dejó a España con una mano delante y otra detrás, bajo cuyo Gobierno se creo el crimen de Estado y que hasta su propio nombre se tornó en sinónimo de corrupción y latrocinio del los dineros públicos… Pues Anson lo quiere para que se ponga al cargo de toda Europa. ¿Y qué han hecho los europeos para merecer eso?
«A mí me espantó que, tras cuarenta años de Franco, Felipe González se eternizara en el poder. Y le combatí desde el ABC verdadero con tenacidad y de forma rotunda. La Constitución de 1978 debió incluir un artículo que dijera: “Una misma persona no puede ser presidente del Gobierno o de una Comunidad Autónoma más de ocho años”. Y otro gallo nos cantaría. Si Felipe González se hubiera retirado tras su tercera victoria por mayoría absoluta, hoy sería De Gaulle en Colombey —les deux – églises, sería la referencia moral de la vida política española».
Luis María Anson, presidente de El Imparcial, se agarra al argumento de que fue el tiempo el que corrompió a Felipe González. Que en los primeros ocho años, por lo que se ve, fueron gloria bendita.
«Pero mis discrepancias ideológicas con Felipe González, que son muchas, y mi actitud para que no prolongara su mandato indefinidamente, no me han impedido nunca reconocer las cualidades de hombre de Estado del líder socialista. Esas cualidades resaltan cada día más ante la política de ocurrencias que hace su sucesor en Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero».
Y tan gloria bendita debieron de ser que Luis María Anson lo quiere para presidente de Europa:
«Felipe González sería un formidable presidente de la Europa unida. Gestionaría la cosa pública de manera eficaz para todos los europeos y por tanto también para los españoles a los que tan bien conoce. Solo la cicatería, la política torticera y excluyente o la mala baba pueden negar a Felipe González su capacidad para gestionar la presidencia europea. Y el Partido Popular español haría un gesto elegante y eficaz si se sumara al deseo de Sarkozy de que el líder político español se convierta en presidente de Europa».
