La crisis económica también pone en peligro la libertad de prensa

(PD).- Es una forma de ver las cosas. La crisis económica, que afecta particularmente a los periódicos en papel y las cadenas de televisión, constituye también un peligro para la libertad de expresión. El motivo: la desaparición de medios, la reducción de recursos y efectivos y la precariedad laboral, que hace más arriesgada la crítica.

Es indudable que en tiempos de necesidad -como ocurre ahora en España- el poder del Gobierno y de los políticos en general se acrecienta, en detrimento de los periodistas.

La dependencia de la publicidad institucional y de las sonrojantes subvenciones, hacen dóciles y sumisos a los en otra época orgullosos gerifaltes de los grandes grupos de comunicación.

Algo parecido ocurre en las redacciones, donde el miedo a perder el empleo, hace mucho más peligrosa la disidencia.

Que los grandes grupos de comunicación españoles atraviesan una crisis de dimensión terminal para la mayoría de ellos es una obviedad que no precisa mayor explicación.

Crisis financiera, cierto, pero no se puede pasar por alto que a eso se suma la gran crisis de la democracia española –que se refleja también en estados comatosos como el de la Justicia-, crisis de eso que algunos llamarían de agotamiento del sistema salido de la Transición.

Los medios de comunicación españoles, y en particular sus propietarios por la responsabilidad que les compete, han participado activamente en el proceso de degradación experimentado por nuestra democracia.

Afirma Jesús Cacho en El Confidencial que la crisis de los grupos de comunicación españoles es un destello, una prueba, una manifestación más de esa otra crisis general y global: la crisis del sistema político que nos dimos los españoles a la muerte del general Franco.

El mimetismo es tan evidente que los señores editores, tan embebidos andaban en el engaño de estos años de burbuja, se dejaron seducir por el maná del dinero fácil y se endeudaron hasta las cejas en proyectos faraónicos -o simples y sospechosos negocios colaterales- muy alejados de las reales posibilidades que la generación de caja de sus grupos hubiera hecho aconsejables. El resultado es que muchos, por no decir todos, están quebrados, y hoy no tienen más futuro que la caridad del Gobierno de turno se digne asignar.

Entregados en cuerpo y alma a participar en el “negocio”, los medios dejaron hace tiempo de contar “la” verdad, o al menos intentarlo, para vender cada uno su mercancía.

Hemos llegado así al desolador panorama de politización extrema, de ausencia de pluralidad, de exigencia de carné a los periodistas, etcétera, etcétera, que hoy distingue a nuestros medios de comunicación. De independencia, ni un ápice.

Unos a la sombra del Gobierno de turno, y otras a rebufo de la oposición, en espera de que el cambio de tercio nos permita hacer mañana los negocios que hoy hacen otros. Unos sirviendo de altavoces del Gobierno, y otros diciéndole al inquilino de Génova lo que tiene que hacer. O al menos intentándolo. Y siempre tratando de medrar.

Si a ello se le añade el proceso de concentración de poder económico-financiero operado en España en los últimos 15 o 20 años, y su demoledor efecto sobre las libertades informativas, o simplemente sobre las libertades, el cuadro quedará bastante completo.

Insisto: la crisis de los medios no es más que el particular reflejo de la crisis global de la democracia española. No se podrá contar con una auténtica libertad de prensa sin una ciudadanía madura, sin una sociedad civil fuerte y defensora a ultranza de las libertades, de la misma forma que no se puede construir una democracia sin demócratas.

Lo demás son sucedáneos.

UN DOMINGO TRISTE

Este domingo, Día Internacional por la Libertad de Prensa, se rendía homenaje a los periodistas muertos en el ejercicio de su profesión en conflictos o lugares donde los poderes políticos u otros actores no toleran la libre información, pero también en las sociedades democráticas existe peligro de censura más o menos indirecta y aún más en tiempos de crisis.

«La crisis económica y especialmente la de los medios [derivada también del auge de internet] debilita financieramente a esos medios, a quienes faltan recursos para corresponsales o periodismo de investigación, que son la esencia del periodismo de calidad», ha comentado Stephan Weichert, analista del Instituto para el estudio de Políticas de Medios y Comunicación con sede en Berlín.

En el último informe sobre Excelencia en el Periodismo del Instituto Pew de EEUU, varios reporteros que cubrieron la última campaña para la Casa Blanca reconocieron que habían realizado menos trabajos de fondo por falta de medios y tiempo, pues a la reducción de personal se suma el que ahora deben alimentar varios canales de información multimedia.

Asimismo, la desaparición de periódicos -ha explicado el politólogo y ensayista español Ignacio Sotelo- afecta a la libertad de expresión, que está «directamente vinculada a la amplitud de medios». «Cuanto menos medios, más monopolio y más capacidad de control», ha subrayado.

¿Intervencionismo?

En esta situación ambos analistas ven un peligro en que se debata la intervención del Estado.

«Esa dependencia puede llevar a una instrumentalización por parte de la política», dice Weichert, que cita como ejemplos nefastos de la complicidad entre mandatarios y algunos grupos mediáticos a Francia e Italia.

«El vínculo institucional se agrava muchísimo en momentos de crisis», abunda Sotelo, y argumenta que «cuando se piden apoyos oficiales los medios se vuelven más tolerantes con el gobierno de turno, la crisis equivale pues a un debilitamiento de la crítica».

En Estados Unidos los institutos que analizan la evolución en los medios temen sobre todo un mayor poder de presión de las empresas anunciantes o de los accionistas. Las asociaciones de profesionales también temen una tendencia a informar ante todo de lo que puede complacer al público, independientemente del interés informativo de un tema.

Los peros

Según un estudio sobre autocensura del Instituto Pew, un 52% de los periodistas estadounidenses confiesa haber desestimado un tema importante por ser demasiado complejo, un 35% por ser una información contraria a los intereses de la empresa y un 29% por serlo a los de los anunciantes.

Esta semana 55 periodistas del ‘Chicago Tribune’ denunciaron en un ‘e mail’ que la dirección de ese rotativo hubiera pedido a sus abonados su opinión sobre algunos artículos antes de publicarlos.

«Es un principio fundamental del periodismo no dar a nadie fuera de la redacción la opción de decidir si se debe publicar una historia, ya sean anunciantes, políticos o lectores», dice la carta.

Otro de los fenómenos que se agrava en tiempos de crisis, cuando las empresas optan por despedir a empleados, es lo que Sotelo llama «el principio de acoplación al medio». «Cuando escasean los puestos de trabajo… las voces independientes bajan muchísimo de tono», dice.

Por otra parte, en momentos de crisis o peligro, explica Weichert, se produce un fenómeno psicológico entre los periodistas, que «al fin y al cabo son seres humanos», que es la tendencia a tratar de no debilitar con críticas una acción política.

Así se vio en EEUU donde, tras el trauma del 11 de Septiembre, los periodistas evitaron, como recientemente ha reconocido, entre otras, la reportera estrella de la cadena CNN, Christiane Amanpour, hacer las preguntas pertinentes respecto a la legitimidad de la intervención en Irak.

Mimo a Obama

Pero también ahora ocurre un fenómeno parecido con la información sobre el presidente Barak Obama; según el informe anual del Instituto Pew, un 42% de los estadounidenses, inclusive un 28% de los votantes demócratas, consideran que la prensa tomó partido por Obama en las últimas elecciones.

Actualmente, tan sólo algunas voces piden que la prensa ejerza un papel más crítico en su cobertura del presidente y son los medios satíricos, como ‘The Onion’, que ya se desmarcaron con sus críticas a Bush tras el 11-S, quienes denuncian esta luna de miel de la prensa con Obama.

Pese a todos estos problemas para la supervivencia del periodismo de calidad, Weichert considera que éste es irrenunciable, porque en un mundo donde proliferan cada vez más los blog y las páginas de contacto el público va a necesitar más que nunca orientación.

Entre las soluciones que se barajan está la de convertir los periódicos en fundaciones o crear plataformas digitales de promoción de varios medios afines.

En cualquier caso, dice Weichert, la convivencia del periodismo tradicional y la información ciudadana que se da en internet es posible y deseable, pues los primeros pueden seguir siendo medios de referencia, pero los segundos mitigarán saludablemente su influencia.

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