Los viejos diarios también mueren

Los viejos diarios también mueren

(PD).- Los diarios y revistas en papel asociados a cabeceras de prestigio se enfrentan al reto de conquistar a un público digital desde una cultura y una organización periodística analógica cuya supervivencia pasa por lograr satisfacer a la audiencia del futuro que no contempla pagar por la información.

Cuenta Tino Fernández en su blog de Expansión que Rupert Murdoch, creador y dueño de un imperio multimedia en el que convive lo más tradicional (The Times) con lo más nuevo (MySpace) quiere que otra de sus preciadas posesiones -The Wall Street Journal- sea «la marca predominante para la información en todo el mundo, y en cualquier clase de plataforma tecnológica».

Probablemente a Murdoch le traigan sin cuidado las predicciones sobre el fin de los diarios con las que se desayuna cada mañana, aunque sufra con la estrepitosa caída de la inversión publicitaria.

El dueño de News Corporation es de esa clase de editores que no cree probable que el negocio de los periódicos vaya a desaparecer, pero hace todo lo necesario para poner en marcha un nuevo modelo que pague el costoso trabajo de la búsqueda de noticias.

Hay una gran diferencia entre el periódico referido a la organización periodística que busca, procesa y distribuye la información y el periódico como producto fabricado a base de hojas de papel. Si mañana desapareciera ese producto sería triste, pero tendríamos alternativas para llegar hasta él online o en cualquier otro formato. El problema sería que The New York Times, The Washington Post o Le Monde desaparecieran como organizaciones periodísticas.

Scott Bosley, director ejecutivo de la American Society of Newspaper Editors (ASNE), recuerda que «las compañías de diarios tienden a convertirse en compañías de información, y la industria de periódicos lo hará bien, porque cuenta con los mejores y más comprometidos recursos informativos». Eso sucederá siempre que tenga en cuenta que cada vez más gente obtiene sus noticias online de forma gratuita, sin contar apenas con los diarios y revistas de pago.

La paradoja es que, a pesar de la crisis y de los problemas que arrastra desde hace décadas la industria de periódicos, el contenido de los productos del llamado «periodismo tradicional» es más popular que nunca, incluso para los jóvenes. Pero muy pocos de esos consumidores pagan o están dispuestos a hacerlo. Las organizaciones periodísticas regalan sus informaciones en un escenario en el que el modelo de negocio que parece justificar el coste de hacer periodismo de calidad es el que no crece, y el que crece -Internet- no genera suficientes ingresos. John Burke, responsable del Editors Weblog de la Asociación Mundial de Periódicos sugiere que, ¿antes que en las ganancias, la industria periodística debe pensar en el cambio a un mundo digital en el que los márgenes de beneficio sean aceptables¿.

Y también habrá que tener en cuenta el periodismo ciudadano, las redes sociales y profesionales o las tecnologías que igualan a usuarios y productores de información y que hacen que aquellos puedan prescindir de los medios.

A pesar de la cultura de la gratuidad, surgen ejemplos como Spot Us, donde es posible contratar a los periodistas para que éstos investiguen y escriban sobre aquello que le interesa conocer a quien paga. Spot Us otorga a los ciudadanos un nuevo poder en la recolección de información.

Mientras cada uno de nosotros actúa como editor o agregador, nos convertimos en expertos en la tarea de capturar información. Hace diez años, la cultura del enlace era un sacrilegio; un modelo en el que no cabía facilitar el tráfico ajeno a pesar de que se proporcionara un ahorro de tiempo al usuario sobre la base de una marca creíble que valora la información en la maraña de contenidos prescindibles. Hoy se habla de microformatos, agregadores y selectores como una nueva revolución salvadora.

Algunos dicen que la fiesta ha terminado. Otros prefieren hablar del comienzo de una nueva carrera contra el tiempo y contra una fórmula que no sirve, pero para la que nadie tiene aún una solución definitiva. Incluso algunos competidores, como el Dallas Morning News del grupo Belo y el Fort Worth Star-Telegram, de McClatchy, ambos en Texas, se han puesto de acuerdo para compartir coberturas sobre deportes para ahorrar costes.

En esta carrera, diarios como el Atlanta Journal Constitution han decidido reinventar la organización informativa para reposicionarse, pero sin olvidarse del periódico impreso ni de sus lectores. La clave está en adaptar el diario de papel para aquella gente que todavía quiere leer un periódico impreso, mientras se hace crecer la versión electrónica para convertir el AJC en «la mejor fuente de información sobre Atlanta». Para ello, ajc.com debe ser el nuevo medio de masas, mientras el diario en papel se convierte en un producto especial para quienes desean reportajes en profundidad y temas locales que no pueden encontrar en ningún otro sitio.

The New York Times ha lanzado Instant Op-Ed, que pretende robustecer la posición online del diario incluyendo opiniones inmediatas de expertos en las breaking news.

Otros prefieren quemar algunas naves: diarios como el Christian Science Monitor o el Detroit Free Press han decidido eliminar sus ediciones impresas y enfocarse exclusivamente en las online. Y el Seattle Post-Intelligencer se ha convertido en el primer gran diario estadounidense que se atreve a abandonar la publicación impresa para centrarse en Internet. El director del Monitor, John Yemma, se alegraba recientemente de «tener el lujo y la oportunidad de dar el salto que la mayoría de los diarios se verá forzada a dar en los próximos años».

Hay quien piensa que los periódicos podrían existir en formato de papel impreso, con una circulación más baja para un público elitista, en versiones semipersonalizadas que lo diferenciarán de la producción masiva. El ejemplo de MediaNews Group, la cuarta cadena de diarios de Estados Unidos, mantiene por una parte todo lo que de bueno y rentable tiene aún el papel y, por otra, se dirige directamente al objetivo ya sabido pero no siempre cumplido, de «dar a cada lector lo que quiere, cuando y como lo quiere».

MediaNews pretende ahorrarse los costes de impresión y distribución de sus diarios, y ha decidido eliminar las ediciones impresas cuatro días a la semana, conservando las de papel sólo los jueves, sábados y domingos, que es cuando obtiene entre el 65% y el 70% de sus ingresos publicitarios.

También ha decidido probar este verano lo que denomina Noticias individualizadas (I-News) en Los Angeles Daily News. Se trata de crear un periódico personalizado para cada lector que incluye sólo las informaciones y secciones que este desea cada día, y que puede ser impreso y distribuido en cada hogar, o enviado a un teléfono móvil o al ordenador personal. También representa nuevas oportunidades publicitarias, ya que los anuncios se personalizarán en función de las historias elegidas por cada lector.

Nuevos competidores como los blogs y sitios hiperlocales que informan sobre los barrios y vecindarios también sirven de modelo para el futuro. Es una demanda informativa que ningún periódico tradicional puede satisfacer.

Steve Ennen, director de gestión de Interactive Media Initiative de Wharton, cree que una de las claves para tener éxito es ofrecer noticias e información incluso de lo que pueda ocurrir en cada bloque de edificios y Jeff Jarvis, desde el proyecto New Business Models for News de la CUNY recuerda que hay una multitud de negocios pequeños que necesitan llegar al público. Se trata de una nueva escala y de una dimensión diferente del negocio; un nuevo modelo publicitario que propone que, de la misma manera que existe el periodismo ciudadano, podría probarse la fórmula de las ventas ciudadanas.

El sueño de un nuevo producto llamado ‘periódico’

Ken Paulson, antiguo director de USA Today, hablaba recientemente de un sueño: «Imagino una rueda de prensa en la que se anuncia un nuevo e intrigante producto llamado ‘periódico'». Si esto fuera así, los titulares al día siguiente podrían ser: «Periódicos de última generación amenazan la supervivencia de Google».

En el sueño de Paulson se celebra la llegada de una gran revolución para el acceso a la información: «Le ahorrará tiempo y dinero, es portátil y no necesita electricidad ni baterías. Llegará a su casa a la misma hora cada día, por menos de lo que se gasta en la propina del repartidor de Pizza Hut. Le mantendrá mejor informado que antes, sin virus informáticos.

Considere las horas que se pasaba antes en Internet, obteniendo información no del todo contrastada. Tenga en cuenta que hemos reclutado a los mejores especialistas que viven y trabajan en su comunidad para seleccionar información y elaborarla de acuerdo a sus intereses».

¿Sueño o realidad?

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