Lección de Público: cómo convertir a un agresor en la víctima

(PD).- En la criminología «progre» lo fundamental es poner paños calientas al delincuente. Ejemplo práctico: El caso de Sergi Xavier Martín. La noche del 7 de octubre de 2007 este joven de 21 años comenzó a insultar y a agredir a una menor ecuatoriana a la que llegó a dar una patada en la cara y a pellizcarle un pecho. El caso llega este miércoles a juicio con una petición de pena de tres años de cárcel. Público recoge un reportaje sin desperdicio: «La patada que cambió su vida«. La del pobre Sergi Xavier, no la de la menor agredida.

Han pasado ya 16 meses desde la agresión. La mala suerte del joven agresor hizo que una cámara grabara su chulería criminal y ésta fuese difundida por todos los medios de comunicación.

Coincidiendo con la apertura del juicio oral, el diario de Roures, paradigma del progresismo, recoge un reportaje de traca.

«Sergi Xavier Martín no consigue eliminar las secuelas de aquella agresión. Mantiene su domicilio en la Colonia Güell de Barcelona, pero no tiene un empleo fijo. Estos días trabaja junto a otros 20 jóvenes contratados por el Ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló (Barcelona) para retirar los escombros ocasionados por el vendaval que azotó Catalunya hace casi un mes».

Bajo el epígrafe de «mala fama», el diario que dirige Félix Monteira sigue: «Su triste popularidad le ha complicado el acceso a un trabajo. «Con esa famita no es para menos», dice una vecina de la Colonia que lo conoce desde niño. Pero Sergi niega tener dificultades. «Eso es mentira, aquí me ves, cortando palos», dice el joven. También su abuela pide que cesen las habladurías sobre él. «Se equivocó, pero ¡déjenlo en paz!», gime la anciana. Sergi se ha criado con ella y aún hoy vive en su casa. Nunca conoció a su madre y apenas si ve al padre«.

Y ahora viene lo mejor:

«Cuando bebe es un poco nervioso, pero en el fondo es bueno», asegura otra vecina.

¿»Un poco nervioso» es dar patadas en la cara una joven emigrante? ¿Eso es ser «bueno»?

«Su rostro fue ocultado en las imágenes por ser menor de edad. Pero no pudo huir del acoso. «Había periodistas esperándome fuera de casa, subidos a un árbol», recuerda. Ahora tiene 17 años. Cambió su color de pelo, del negro al castaño. Trasladó su domicilio por unos meses, de Sant Andreu de la Barca a Barcelona y se inscribió en otro instituto. En el centro donde estudiaba, un tutor le sugirió que cobrara por contar su historia. Pero ella sólo quiere escapar de ese vagón.

Estudia FP y planea obtener el carné de conducir para no tener que saber de trenes nunca más. «El psicólogo cree que no debo hablar del tema, pero es imposible olvidarlo», señala con su voz adolescente. Todavía recibe tratamiento. «No quiero ser reconocida como la chica del tren, sino como alguien normal», reitera».

¿No les conmueve las secuelas del pobre Sergi Xavier? ¿No es injusto lo que está viviendo por el mero hecho de que una ecuatoriana haya puesto su cara en el pie del joven y el pecho en su mano?

Lección de criminología progresista.

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