Casi 300 periodistas han muerto en Rusia desde la desaparición de la URSS

Casi 300 periodistas han muerto en Rusia desde la desaparición de la URSS

(PD).- Desde la desintegración de la URSS, hace ya 17 años, han perdido la vida cerca de 300 periodistas rusos. Rusia encabeza con estas cifras las listas mundiales de crímenes contra los profesionales de los medios de comunicación. Los asesinatos, hace justo una semana, de la reportera de «Nóvaya Gazeta», Anastasía Babúrova, y el abogado Stanislav Markélov, son hasta ahora, los que cierran esta macabra cuenta.

Según publica Rafael M. Mañueco en ABC, Mijaíl Trepashkin, abogado y ex agente de los servicios secretos rusos, alertó en 2003 a su colega Alexander Litvinenko de la existencia de una «lista negra», confeccionada por el FSB (antiguo KGB), de personas que debían ser «eliminadas» por actuar «en contra de los intereses de Rusia». Litvinenko falleció en un hospital de Londres el 23 de noviembre de 2006 debido a una alta dosis de polonio-210. Mes y medio antes, había muerto a balazos en Moscú la corresponsal del periódico ruso «Nóvaya Gazeta», Anna Politkóvskaya.

Tras el último suceso de violencia mortal hacia periodistas, el asesinato del abogado ruso Serguéi Markélov y la periodista Anastasía Babúrova, la Comisión Europea ha pedido que se aclare el crimen lo antes posible y ha destacado la necesidad de que los periodistas «con una voz crítica» puedan llevar a cabo su trabajo «de un modo seguro, sin poner en peligro sus vidas».

En Rusia, destapar la verdad sobre Chechenia o desenmascarar las tramas de corrupción pueden ser ejercicios letales para los profesionales de la comunicación rusos, informa ABC.

Pero no todos murieron por destapar la verdad de lo que sucede en Chechenia. Desenmascarar tramas de corrupción es también peligroso. No obstante, mantener el Cáucaso Norte aislado informativamente sigue siendo una preocupación constante de las autoridades rusas.

Trepashkin, Politkóvskaya y Litvinenko tenían en común el haber estado escarbando sobre la actividad del FSB y otros órganos de seguridad rusos en todo lo relacionado con la segunda guerra en Chechenia, en 1999. Cada uno desde una actitud y un papel diferentes. La periodista de «Nóvaya Gazeta» se dedicó a denunciar los abusos de las tropas rusas cometidos contra la población civil.

Litvinenko, que en su mensaje póstumo acusó a Vladímir Putin de ordenar su muerte, publicó en Occidente el libro llamado «El FSB dinamita Rusia», en el que pone de manifiesto la implicación de los servicios secretos rusos en los brutales atentados, achacados a la guerrilla chechena, que estremecieron Rusia en el otoño de 1999. Aquellas matanzas sirvieron para justificar una nueva intervención armada en la república separatista y catapultaron a Vladímir Putin hacia el poder.

La cúpula rusa hace como si Chechenia, cerrada a cal y canto a los periodistas extranjeros, no fuera ya un problema, pese a que el conflicto se ha extendido a las repúblicas vecinas de Ingushetia, Daguestán, Osetia del Norte y Kabardino-Balkaria. Sin embargo, la represión y las agresiones contra la prensa no cesan. En marzo del año pasado, fueron asesinados Iliás Shurpáyev, corresponsal del canal 1 de la televisión rusa en toda la zona del Cáucaso Norte, y Gadzhí Abashílov, director del principal canal de televisión daguestaní.

En agosto de 2008, la Policía de Ingushetia mató de un tiro «accidental» en la sien a Magomed Evlóyev, dueño de una edición crítica con los métodos que emplean las autoridades en su lucha contra los simpatizantes de la guerrilla chechena. Dos días después, era acribillado a tiros en Majachkalá, la capital de Daguestán, Telman Alisháyev, presentador de un canal de televisión local, y apaleado en Nálchik (Kabardino-Balkaria) Miloslav Bitókov, redactor jefe de la revista opositora «Gazeta Yuga».

El próximo otoño se cumplirá el 10 aniversario de las explosiones que Litvinenko describe en su libro. Los asesinatos, hace justo una semana, de la reportera de «Nóvaya Gazeta», Anastasía Babúrova, y el abogado Stanislav Markélov, que trabajaba para el mismo rotativo y defendía a la familia de una chechena asesinada, parecen una siniestra advertencia para quienes pretendan seguir indagando.

Mantener el Cáucaso Norte aislado en los medios de prensa es una preocupación de las autoridades rusas

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