En un ambiente de total opacidad, el presidente de la Corporación de Televisión Española, Luis Fernández, quiere continuar con su proyecto de enajenar todos los actuales inmuebles del antiguo Ente para construir un edificio nuevo que englobe todos los actuales.
A pesar de la brutal crisis inmobiliaria y, naturalmente, del bajo precio que se está dando en la evaluación económica de los bienes, Fernández, que ha confiado la operación a su amigo Mansilla, en su momento destituido en un departamento de Prisiones de Justicia por haberse hecho construir los muebles de su casa por los presos de dos cárceles españolas, ha variado, sin embargo, la situación del nuevo recinto, según informa lanacion.es.
Antes había negociado con el Ayuntamiento de Pozuelo un inmenso solar ubicado en la llamada Mina del Cazador; no obstante, Fernández ya ha cambiado de capricho, el objeto de su pelotazo urbanístico. Ahora lo quiere en otro gran espacio localizado en la carretera de Boadilla del Monte, pero perteneciente también al Ayuntamiento de Pozuelo, un lugar cercano a la extensión que se quiso para el Cuartel General de la OTAN.
La operación de Fernández parece absolutamente inconveniente en estos momentos y, además, tiene puntos oscuros de muy difícil explicación general; por ejemplo, el hecho realmente insólito de que el total de los terrenos que se quieren vender sobrepase los que pertenecen realmente a la Radiotelevisión Española. Hay que tener en cuenta a este respecto que una buena parte del llamado Pirulí no es de propiedad de la Corporación, sino una cesión realizada en su momento por el Ayuntamiento de Madrid, que ahora, naturalmente, querrá recuperar la pertenencia.
En un momento de crisis generalizada, Fernández quiere plantear un negocio que, de entrada, no parece tal, aunque él presume de que el Partido Popular (que se ha sentido mil veces engañado con sus promesas) no le va a poner pega alguna porque los municipios de Madrid y de Pozuelo lograrían réditos importantes en la operación.
De eso presume Fernández, erre que erre en una estrategia absolutamente incomprensible incluso por buena parte del Gobierno y, desde luego, para el grupo de comunicación , Prisa, del que procede y que le apoyó como presidente de la Corporación.
