Zarzalejos ajusta cuentas con Losantos y Pedrojota

(PD).- Zarzalejos ha respirado profundamente antes de ponerse a escribir su artículo, que lo ha hecho «con la mente —y el afecto— puesto en la redacción del diario ABC que durante más de dos años soportó una brutal campaña de descrédito por los impulsores de la teoría de la conspiración sobre el 11-M para que el periódico se incorporase a la patraña que ellos fabulaban. Los profesionales de ABC no cejaron en el empeño del rigor y la veracidad y ahora la Justicia, por tercera vez, les ha dado la razón«.

José Antonio Zarzalejos, el que fuera director del diario de Vocento, sufrió una campaña feroz de descrédito por parte de Federido Jiménez Losantos y por el director de El Mundo, Pedrojota Ramírez. Y ahora ha llegado la hora del desquite. Zarzalejos les dice a los profesionales de ABC:

Pueden estar satisfechos y orgullosos, aunque otros —tan cercanos y tan irreconocibles— les regateen el mérito o eludan subrayarlo. Yo, que fui su director entonces, sólo puedo reconocer en ellos lo mejor de la lex artis de esta nuestra profesión que, como bien escribió Sartre, es “la más bella del mundo”.

Desde su rincón en Estrella Digital, deja escrito Zarzalejos:

La sentencia notificada ayer por la Audiencia Provincial de Madrid por la que se absuelve del delito de falsedad a la plana mayor de la Policía Científica es el tercer pronunciamiento de la Justicia sobre el 11-M y sus derivaciones. La primera resolución —que sin duda será confirmada en lo esencial por el Tribunal Supremo— fue la dictada por la Audiencia Nacional el 31 de octubre del 2007. En ella se condenaba a los procesados por el juez Del Olmo conforme a las peticiones del ministerio fiscal y, al tiempo, se desmontaba punto por punto la ideación conspirativa según la cual en los atentados de Atocha intervino ETA, estaban implicados los servicios de inteligencia y de información policiales, se había ocultado pruebas en una instrucción caótica, siendo la “versión oficial” un montaje gubernamental que sirvió al PSOE para acceder al poder.

La segunda sentencia —decisiva a muchos efectos— fue la condena de Federico Jiménez, locutor de la COPE, por la comisión de un delito de injurias graves con publicidad de las que fue víctima el alcalde de Madrid, al que el director del programa de la mañana de la emisora episcopal le atribuyó la atrocidad de querer medrar a costa de las víctimas. El gran portavoz de la teoría de la conspiración ha quedado, así, declarado por la Justicia como un injuriador. Se cayó la versión fabulada, primero, y luego el gran fabulador —instrumento de otros más poderosos y astutos que él— quedó descalificado. Sucedía eso el 11 de junio pasado y ayer se conoció la sentencia de la Audiencia Provincial de Madrid de 4 de julio que absuelve de cualquier falsedad a la plana mayor de la Policía Científica. Era el último cartucho de los conspiradores: que Francisco Ramírez Pérez, Pedro Luis Melida Lledó, Miguel Ángel Santano y José Andradas Herranz fuesen condenados por falsedad en un documento oficial, concretamente, en un dictamen pericial. La sentencia es un varapalo a los conspiradores y a los peritos que, por razones pedestres, quisieron contribuir con intención torticera a la confusión que crearon los cuentistas. Se cierra el círculo: a los conspiradores se les ha evaporado la última de sus esperanzas, que consistía en criminalizar a la Policía Científica. De haberlo conseguido, hubiesen puesto en pie, de nuevo, la patraña.

Desde ABC —léanse los editoriales de aquellos días— se mantuvo que no hubo falsedad alguna, que los superiores jerárquicos de los peritos tenían pleno derecho a revisar la corrección de sus dictámenes y que erraron administrativamente al hacerlo pero sin perpetrar delito alguno. Y eso, punto por punto, es lo que dice la sentencia. Vendrán otras que no harán sino confirmar que la teoría de la conspiración ha sido el más grave atentado a la deontología profesional del periodismo en España en los últimos treinta años. Y, aunque la aviesa fabulación ha quedado liquidada gracias a la acción de la Justicia, las cicatrices en el rostro de muchos medios de comunicación en España —unos porque mintieron, otros porque consintieron la mentira, y ahora, otros, porque evitan con su silencio la restitución de la verdad después de haber estado en la vanguardia de la dignidad— les ha dejado estigmatizados.

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