El hombre que discute con el diablo

El hombre que discute con el diablo

(PD).- El titular no es nuestro, pero si lo es el personaje a que hace alusión. En pequeña medida, porque el padre José Antonio Fortea es bloguero de Periodista Digital, además de brillante escritor, novelista, historiador, ensayista, pintor y… exorcista.

En España actúan cinco exorcistas. Los obispos guardan en secreto los nombramientos. En cambio, el padre Fortea es público y notorio. Sus libros libros, fotografías y opiniones, aparecen con gran vistosidad en la Web. Y sabe dónde están los otros exorcistas, a los que remite los casos que les corresponden.

Como subraya Juan G. Bedoya en El País -dónde aparece el titulo que encabeza esta cronica- el oficio del exorcista católico intenta ser riguroso lo certifica el Vaticano, que organiza cursos para preparar a sacerdotes «a expulsar espíritus malignos de aquellos poseídos por el demonio».

La rutina cotidiana de Juan Antonio Fortea es espartana. Solitario y austero, en una habitación oscura, rodeado de libros, muchos libros, el joven exorcista de Alcalá de Henares comienza el día con el rezo de Laudes, desayuna, escribe hasta las doce -«libros de teología o novela»-, reza, acude a la parroquia (mañana y tarde) para atender a las personas que ese día le han ido a ver, vuelve a rezar, almuerza en casa mientras ve reportajes del Canal Historia, juega una partida de ajedrez, reza de nuevo, escucha música clásica o de bandas sonoras, cena viendo más reportajes o una película -«las veo a trozos, sólo media hora, en cada cena»-, y antes de acostarse reza otra vez, lee la Biblia y hace examen de conciencia. Y se duerme en tres minutos.

UNA BREVE Y BELLA SEMBLANZA

Así se le describe en la semblanza que le ha dedicado el escritor Lorenzo Silva:

«Fortea arrastra con aparente resignación, y sólo a medias disimulada coquetería, la etiqueta de exorcista mayor de España que le ha caído desde que publicara un libro sobre la materia y la prensa se empezara a ocupar de él.

Proclama que su verdadera pasión es la escritura, y no los demonios ni los exorcismos.

De hecho, guarda en el cajón no menos de siete novelas y varias decenas de relatos, insiste una y otra vez en que lo mejor de su libro es el apéndice sobre el mal (en el que nadie parece reparar, porque se aparta del tema de marras) y dice que está deseoso de que pronto haya otros tres o cuatro sacerdotes especializados en expulsar demonios para poder alejarse de esa labor que asume «sólo por amor a Dios y al prójimo».

«Asegura que ser exorcista no es nada singular y que él no hace nada que no pueda hacer cualquier sacerdote, con la autorización de su obispo. Y aclara que su «especialización» no resulta demasiado «rentable» desde el punto de vista eclesiástico.

Asume que puede estar jugándose su carrera, porque el asunto de la posesión diabólica y la lucha contra ella es un tabú dentro de la propia Iglesia, del que muchos obispos y teólogos ni quieren oír hablar.

Cuando preparó su tesis sobre demonología, que serviría de base al libro que le ha hecho conocido, el teólogo que se avino a dirigirla (no sobraban los candidatos) le advirtió que se anduviera con cuidado, que todo el mundo (es decir, todos los teólogos) se iba a lanzar a degüello contra lo que hiciera.

Por eso recorrió el mundo, asistió a catorce exorcismos y se pasó un mes encerrado en la biblioteca del Congreso, en Washington, empapándose de todo lo que habían escrito los detractores y escépticos sobre la materia.

ATENEO PONTIFICIO REGINA APOSTOLORUM

Las clases duran dos meses y se desarrollan en el prestigioso Ateneo Pontificio Regina Apostolorum. Las lecciones son sobre la antropología del satanismo y la posesión diabólica, y sobre el contexto histórico y bíblico. La noticia del último seminario la distribuyó la BBC londinense.

El padre Fortea viste sotana con duro alzacuello blanco, estudió teología en la Universidad de Navarra y es párroco de Anchuelo, un pueblo de 700 habitantes a las afueras de Alcalá de Henares.

Su obispo le envió allí para que tuviera más tiempo para escribir libros y dar conferencias. El prelado auxiliar de Madrid y portavoz de la Conferencia Episcopal, Juan Antonio Martínez Camino, dirigió su tesis en la Facultad de Teología de la Pontificia de Comillas. Se titula El exorcismo en la época actual.

El sabio teólogo de Aquino, santo Tomás, escribió la Summa Theologica. El padre Fortea publica ahora su Summa Daemoniaca, un tratado completo de demonología que edita La Esfera de los Libros. Entre sus otros libros hay uno que se titula Exorcística, un manual de uso imprescindible para sus colegas.

Tímido en apariencia, pero firme en los principios. Así es el padre Fortea.

Habla con la rotundidad de los convencidos, incluso sobre las reticencias de sus superiores a que salga tanto en los medios de comunicación.

Nació en la misma ciudad que san Josemaría Escrivá, Barbastro (Huesca), en 1968. Pero no:

«No soy del Opus Dei, nunca lo he sido. Fui a Navarra porque su Facultad de Teología es una de las mejores del mundo, y en su seminario había una gran vida espiritual. Sabía que siempre me considerarían del Opus Dei por haber ido, pero no me importaba. Lo importante era formarme bien».

«En las sesiones de exorcismo salen muchos demonios», según Fortea. Es que hay demonios y demonios. Satán es el más poderoso -el Nuevo Testamento lo llama Diablo- , pero también Belcebú, Lucifer, Lilith…

«Cada demonio pecó con una intensidad determinada, eso se ve en los exorcismos con claridad. Hay unos demonios que pecan más de ira; otros, de egolatría; otros, de desesperación. Los hay locuaces, los hay más despectivos; en uno brilla de un modo especial la soberbia, en otro el pecado del odio. Aunque todos se apartaron de Dios, unos son más malos que otros».

Pese a sus relaciones con los demonios, Fortea coincide con el Papa en que el infierno, como lugar concreto, no existe.

No es que comparta la afirmación de Schopenhauer -«el infierno es el mundo»- ni la de Sartre -«el infierno son los otros»-, pero casi:

«Qué son los campos de concentración sino el infierno. Grandes demonios Hitler y el doctor Mengele, por ejemplo. El infierno es vivir la ausencia de Dios. Pero Dios tiene que ser justo. No puede no pasar nada. El infierno es una necesidad de justicia».

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