Pedrojota apuesta por ZP e insta a Rajoy a «tomar una decisión»

(PD/Agencias).- Fiel a su naturaleza y alentado por la debilidad de muchos políticos, el director de El Mundo intenta «pilotar» el Partido Popular. Y lo hace con sus armas: escribiendo, titulando y marcando línea editorial. El artículo de este domingo de Pedrojota Ramírez no debe de haber hecho gracia alguna a Mariano Rajoy, porque tiene como tesis central que el presidente Zapatero ganará las elecciones en marzo de 2008: «Incluso hay más posibilidades de mayoría absoluta… que de triunfo popular».

Según Pedrojota, que titula su larga homilia dominical >Operación Roger Rabitt, no se percibe en la sociedad española «ese arrastre de emociones, expectativas e intereses que constituye el primer requisito, la condición necesaria aunque nunca suficiente, para poder formar una mayoría social alternativa y tener una opción real de ganar las elecciones desde la oposición».

Alberto Ruiz Gallardón sin duda recordará como hace cuatro años, más o menos por estas fechas, comentamos con una mezcla de perplejidad y expectación que, en conversaciones separadas, Rodríguez Zapatero nos había transmitido su convencimiento de que iba a ganar las próximas elecciones generales. «Y no es que lo diga, es que se lo cree…». Era el pronóstico de un iluso porque el PP acababa de aguantar con pie firme el envite de las autonómicas y municipales, sin apenas desgaste por la guerra de Irak, y todas las encuestas le daban vencedor por goleada en marzo. Pero el iluso generó la ilusión y la izquierda fue creyéndose que podía ganar. Llegó a la campaña electoral movilizada y recortando ostensiblemente la ventaja de un adversario apoltronado y desdeñoso que rehusó los debates televisados.

Es cierto que el triunfo socialista no se habría consumado sin el 11-M y que la magnitud de este misterio sin resolver eclipsa cualquier otra consideración. Pero incluso para aprovechar los garrafales errores del gobierno de Aznar en la gestión de la crisis, incluso para manipular con éxito a la opinión pública en aquella jornada de reflexión en la que el conocimiento anticipado de la detención de Jamal Zougam otorgó ventajas decisivas al PSOE, incluso para jugar sucio en los minutos cruciales del partido, era imprescindible estar ahí, en la recta final, disputando el sprint en medio de los codazos.

¿Dónde está hoy por hoy en el PP el embrión de ese efecto bandwagon, de ese arrastre de emociones, expectativas e intereses que constituye el primer requisito, la condición necesaria aunque nunca suficiente, para poder formar una mayoría social alternativa y tener una opción real de ganar las elecciones desde la oposición? Desde esta atalaya del verano, cuando tanto se habla con unos y con otros, debo decir con pena que ese carromato no está ni se le espera.

Porque ése es el problema: que si tumbar a un Gobierno ya es de por sí una «tarea hercúlea», hacerlo «tras una única legislatura, cuando aún no se ha producido el desgaste natural del hastío, es casi misión imposible; y lograrlo, además, en una situación económica de crecimiento sostenido, inflación contenida y creación de empleo» lo convierte en el más difícil todavía que define los números circenses.

En el texto, el director de El Mundo deja patente la alta valoración que tiene de Zapatero y de otras gentes de La Moncloa:

«Zapatero está logrando tapar -parchear si se quiere- las principales vías de agua por las que podían escapársele los votos en proporciones importantes».

Según Pedrojota, a ZP le ha bastado permitir la investidura de Miguel Sanz y con aplicar la eficacia policial contra ETA de las últimas semanas, para despejar cualquier duda sobre su gestión de ambos asuntos.

Y en su opinión, tampoco el resto de «errores garrafales» de ZP le pasarán factura de aquí a seis meses, porque el Estatuto catalán, «el enfoque radicalmente equivocado de las reformas educativas», el efecto llamada de la regularización de inmigrantes o la falta de medidas económicas para alargar el ciclo de crecimiento, tienen consecuencias «tan nefastas como retardadas y, en cierto modo, subterráneas».

No conozco a nadie respetable que hable mal de Rajoy, pero tampoco a nadie relevante que hable lo suficientemente bien como para contribuir a crear esa contagiosa atmósfera de victoria, ese efecto bandwagon que a estas alturas del calendario debería estar surcando ya las rutas de la geografía política española. El PP está de vacaciones y su líder también.

Pero, tras el jarro de agua fría, se hace la luz. No todo está perdido. Aún queda un conejo en la chistera: «Y el único Roger Rabitt del PP -lo de Gallardón empeoraría aun más las cosas- se llama Rodrigo Rato», porque «infunde ilusión y confianza» y porque tiene «esa energía como candidato» y «esa eficaz mezcla de astucia y mala leche que tanto se ha echado de menos estos años en la cúpula del PP».

Y por si «el silencio de las tumbonas» que atenaza a los populares no les permite diseñar una oferta atractiva para el aún director gerente del Fondo Monetario Internacional, Pedrojota la desgrana: «Ofrézcale el número dos por Madrid o el uno por donde él prefiera, plena intervención en el programa, la vicepresidencia única en caso de triunfo y su apoyo como sucesor en caso de derrota. Ponga todo eso expresamente encima de la mesa. A ver si tiene narices de decir que no».

«Al menos que no quede por usted, Mariano», remata:

«Que nadie tenga la oportunidad de decirle que no se atrevió a poner a su lado a alguien que pudiera hacerle sombra. Sólo los jefes mediocres se conforman con lo que tienen».

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